01 septiembre 2007

LA GRAN DAMA

La muerte, dicen, es parte de la vida. Y estos días que nos han tocado vivir la hemos sentido más de cerca, como si se posara en nuestro hombro, como si se escondiera bajo la mesa o en el hueco de la escalera. La muerte, ese ser desconocido que no entiende de edad, sexo ni religión, llega cuando menos se le espera. Cada cultura ha creado su propia mitología para minificarla. Nosotros hemos hecho lo propio con nuestra creencia en Jesucristo. No sirve de nada, las garras de la muerte nos devorará las entrañas. La vida es una función de teatro: a veces existen luces, a veces no hay más que sombras. Entre título y título, el mejor Sevilla de todos los tiempos perdió a su futbolista-bandera. Un hombre hecho a sí mismo, un deportista que amaba unos colores y que, finalmente, murió con las botas puestas (nunca mejor dicho). Perdimos a Puerta (que estaba a punto de ser padre) y avistamos un horizonte oscuro donde voleteaban buitres hambrientos esperándonos en las tinieblas. Nuestra hora satisface sus náuseas. Perdimos a Puerta y todos sentimos que con él, a sus 22 años, se iba parte de nosotros. El tren de la vida nunca se detiene. Y entonces comprendí que mis días no tendrán sentido sin tu presencia. Porque el fino hilo del teléfono no tejé tus dulces palabras como yo quisiera. Porque, esta lejanía mata y, si la vida son dos días, morirme quiero bajo la tibia luz de tu mirada. Dulce, dulce eres donde las hayas. Una dulzura que intenta destilar la Gran Dama jugándose el todo o el nada. Dice que Zapatero ha traicionado al socialismo y ella, que ha comulgado con los vocíferos rabiosos de la Iglesia y de la derecha, inicia en solitario, toda una cruzada contra el partido de la Rosa sin Rosa. Sí, como lo oyen. Porque el partido de la Rosa, osea, el PSOE, desde ahora no es el partido de Rosa Díez, que tantos y tantos años ha estado comiendo a consta del partido que tanto dice que ha traicionado a España. Lleva años atizando a todo lo que se mueve desde Ferraz con una mano, mientras con la otra se aferraba a su acta de Eurodiputada socialista. Nunca se ha de morder la mano que te da de comer. Y Díez lo ha hecho en reiteradas ocasiones. Lo coherente hubiese sido renunciar antes a su acta como Eurodiputada. Se va para formar un nuevo partido de izquierdas que luche por el centro. Pero lo que Díez no sabe es que ella ha perdido toda la credibilidad entre ese centro-izquierda que la votó para que defendiera unas ideas y ella, Gran Dama, se ha pasado esas ideas por donde le ha dado la gana. No sabe la mujer que la estrategia de la pinza contra el PSOE no le va a funcionar. Y como apuntan desde Ferraz, quienes van a ser más perjudicados por este nuevo partido será el PP. La Gran Dama no sigue de Eurodiputada, lo cual ya es una buena noticia. Porque durante años ha sido una especie de quintacolumnista que se resistía a abandonar su rinconcito porque ganando una pasta se está de maravilla, aunque se piense diferente a tu partido. Eso la gente lo verá, aunque la Gran Dama se ponga su disfraz de salvapatrias. Nos ha vendido este tiempo una España tan negra que, con sólo verla, ya nos echamos a temblar. Porque, la Gran Dama, la señora Díez ya no sabe que hacer para desprestigiar a unos compañeros que no quisieron catapultarla hasta donde ella ansiaba. La venganza se sirve fría. Y fría se va a quedar Díez cuando vea que las palmaditas en la espalda por la calle no se traducen en votos. Se cumplen diez años de la muerte de Lady Di y aún quedan muchos enigmas en el tintero. Ella si que fue una Gran Dama.