Forever culmina el complicado rescate del quinteto madrileño Jet Lag, secuestrado por una turbulenta dinámica interna que le relegó al extenuante zulo de la irresolución. Superado el duelo con su cuarto álbum, el grupo ha encontrado esa nueva razón de ser en su local de ensayo y ahora retoña sin cambiar nombres ni apellidos. Ha sido uno de mis mayores descubrimientos, tras tus ojos, aquel día gris sentado a tu espalda en clase de Economía Política. Yo era el ojito derecho de la profesora Giunti. Lo era sólo por el simple motivo de ser español. Por preguntarle por su opinión sobre el milagro económico de mi país en los últimos 30 años. Era algo que ninguno comprendíamos. Ni ella como economista, ni yo como español. Ahora, años más tarde, debo admitir que el verdadero milagro de aquella clase, el verdadero milagro en el que creía eras tú. No han sido mis únicos descubrimientos en las últimas fechas. No, no señor, no puedo olvidarme del primo de Rajoy. Y tras tantos descubrimientos, una confirmación: el Aznar que ganó las elecciones en 1996 hoy se encuentra en desiertos lejanos o en montañas remotas, al gusto del lector. Tanto, que a cinco meses de las Generales, los populares han decidido apartarle de los actos públicos, en los que, a diferencia de lo que se nos hacía ver, siempre se tenía en cuenta a este salvapatrias de pacotilla. Y digo de pacotilla porque en 2003, cuando se le ocurrió llevar las tropas a la guerra de Iraq, entonces, no le preocupó lo que el resto del mundo podría pensar de nosotros. Ahora resulta que tanto a Aznar como al PP le preocupa la política exterior. Un tema del que guardaban silencio cuando se les preguntaba por el conflicto de Perejil o la cancelación de los acuerdos de pesca en territorio marroquí (entonces sí que eran malas las relaciones con Marruecos, no ahora), por la pérdida de escaños en el Parlamento Europeo, por la alienación con EE UU y sus resoluciones unilaterales o cuando se le preguntaba, incluso, por el Golpe de Estado que durante dos días derrocó a Chávez, ese ogro. Porque, por poco que nos guste este kamikaze de la izquierda moderna, por maleducado que sea, su poder no emerge de la fuerza de las armas y, por tanto, no es un dictador. Podrá tener métodos más o menos tiranos (no quisiera yo recordar los decretazos de la última época del Gobierno de Aznar), pero la gente, en Venezuela (y en otros muchos lugares de Sudamérica) está contenta con su modus operandi. Y muy bien nuestro Presidente, Rodríguez Zapatero, que por encima de diferencias ideológicas salió en defensa de un compatriota, por muy Aznar que sea. Porque, con Aznar, con nuestro Aznar, nos metemos nosotros, no los de fuera. También aplaudo al Rey, y lo dice un republicano convencido. Pero esa es ahora harina de otro costal. Los mismos que piden ahora la llamada a consultas de nuestro embajador en Venezuela deberían acordarse de quien mandó construir aquellos barcos para que las familias astilleras gaditanas pudieran seguir comiendo. Y deberían saber, como buenos patriotas, que al retirar al embajador dejaría con el culo al aire a nuestros empresarios y compatriotas en la zona. Porque por mucho que se diga, portar la bandera no es sinónimo de nacionalismo. España se lleva en el corazón y en la cabeza. Y sí, España, como bien decía mi profesora Giunti, es uno de los grandes países del mundo. Eso sí, el respeto debe ser mutuo. Por eso le pido a nuestro Aznar que en sus conferencias en Georgetown no califique al Chávez de gorila. No es que me disguste. Es que entonces, Chávez estaría en su derecho de llamar fascista a nuestro ex presidente.