10 octubre 2007

IL CAIMANO

El mismo día en que el hombre llegaba a la luna (19 julio de 1969) un hombre se encontraba perdido en el desierto africano del Sáhara. Era Mark Edwards. El fotógrafo británico fue rescatado por un tuareg nómada que lo condujo hasta su gente. Encendieron una hoguera y tomaron una taza de té. El nómada encendió entonces un trasto que, para sorpresa de Edwards, resultó ser un radiocasette. Comenzó a sonar A hard rain´s a-gonna fall de Bob Dylan. El fotógrafo no sólo sintió que había comenzado la era de la globalización. También le invadió un sentimiento artístico, y recorrió en un instante todos aquellos lugares que le habían invadido en su vida. Ese día Edwards se fijó un objetivo: viajar por más de 150 países para fotografiar el choque entre el hombre y la naturaleza. Casi 40 años después, Edwards muestra el resultado de esas fotos en su exposición Hard Rain, donde ilustra cada verso de la canción que escuchó aquel día, perdido en el desierto. La idea es denunciar el cambio climático. Quien sabe, quizás tenga éxito. Como Al Gore. El ex vicepresidente de EEUU y su equipo han conseguido el Nobel de la Paz. Pero aún les queda una tarea más ardua: concienciar a Bush y a otros líderes políticos que cada día cuenta y que luego no habrá vuelta atrás para devolverle al planeta sus árboles, sus montañas, sus manantiales, los animales extinguidos... su color. Sólo encontraremos ladrillo. En Roma, cada vez está más cerca la semana Ligabue. El cantautor italiano es el Leonardo del siglo XXI. Hace de todo: música, películas, libros... Todo tiene un sentido carácter social, pero no le falta romanticismo a sus letras. Por eso hay quien, como yo, lo considera un héroe, un dios. Estos días, los italianos también están muy pendientes de su clase política. El Partido Demócrata Italiano ve la luz en octubre. Es un partido artificial, pero muchos ven en él el salvavidas de la izquierda, que no quiere volver a naufragar. Y aunque tienen mayoría en el Parlamento, cada vez se le hace más complicada la cuesta de via del Corso a la izquierda italiana, que gobierna. He vivido más de un año en Roma, he sido asesor de comunicación para Rosa Nel Pugno, la coalición entre socialistas y radicales, y conozco al señor Walter Veltroni, "sindaco" de la ciudad. Creo que el señor Veltroni lleva muy buenas ideas, pero ideas, no más. Veltroni es más que un político: es una persona con una sensibilidad especial y un gran intelectual (difícil en los tiempos que corren en Italia). El nacimiento de Partido Demócrata Italiano sólo responde a la búsqueda de la novedad en un país donde los políticos no se desgastan (Italia tiene la media más anciana de Europa entre sus políticos) pero donde sí lo hacen los partidos. La gente no tiene confianza en los partidos. Y elevar el nuevo PDI hasta una categoría supranacional (dicho partido también se creará en Francia con Francois Bayrou al frente) parece ser una señal inequívoca de que es un partido serio y alejado de la corrupción. Y sobre todo, una fuerza unitaria capaz de echarle un pulso a la derecha. Si consiguen situarse en el espectro político italiano ganándose, ya no la confianza de los italianos, sino su respeto y su entusiasmo, quizá este artificial partido logre una mayoría estable y haya gobierno para años. Lo deseo por Italia, por Veltroni y por el futuro de la izquierda en un país donde el impacto del demagogo Berlusconi cada día tiene más fuerza. Las razones: que su poder es más del que todos sospechamos y que la izquierda discrepa tanto entre sí que la situación sólo tiene un beneficiado: il caimano (palabra de Nanni Moretti).