A veces el silencio se deja agitar por la brisa del mar, trayendo y llevando a su paso las palabras sordas que resuenan en nuestras mentes perdidas. Por eso me gusta sentarme en la orilla del mar a media tarde viendo como las gaviotas vuelan por encima de mi cabeza mientras en ella se despedazan sueños, miedos y esperanzas. Pero aquel verano iba a ser diferente. Cambiamos la playa por el pueblo de mis abuelos maternos, para mí, el fin del mundo. Un lugar fúnebre al que llegamos después de cientos de horas al volante y millones de discusiones con papá. No había remedio y este verano estaba destinado a ser el peor verano de mi vida. Todo eso cambió con los encuentros en el único bar del pueblo, que era bar, biblioteca, recreativos y sala de reuniones. Allí, a las horas en que el sol más apretaba, nos reuniamos Cholo, el bola, la Mari, Inesita, Fer y yo. Inventábamos historias y juegos, propio del aburrimiento, y certificamos una alianza de sangre: la de nuestra amistad vitalicia. Aquel verano llegó al pueblo el cine de verano, que no era otra cosa que la reproducción de una película en la plaza del pueblo, en lugar de hacerse en el teatro municipal. Numerosos largometrajes comenzaron a formar parte de nuestras vidas y empezamos a adorar el séptimo arte por encima de todas las cosas. El cine era nuestro motivo de existencia. Y así fue como decidimos hacer cine. El bar de Asún, el único de la ciudad, fue nuestro centro de reuniones. El primer guión lo escribimos en un cuaderno azul que aún poseo. La historia que contábamos era la historia de nuestras vidas, ahogadas por entonces en el engambre político de la época. Éramos jóvenes e inocentes. De ese cuaderno azul evoco ahora las historias de mis nuevos guiones. He perdido la inocencia y me he dado cuenta que todo lo que está a mi alrededor se encuentra sucio, corrupto y lleno de intereses propios. Todo lo que me rodea encarna aquel viejo pensamiento de Hölderlin cuando afirmaba que soñamos como los dioses pero pensamos como los mendigos. Así lo ha descubierto Roberto Saviano, un escritor italiano dispuesto a abandonar su país por las presiones y amenazas de muerte recibidas por parte de la Camorra. No quiere más que pasear, tomar el sol, caminar bajo la lluvia y quedar con su madre sin miedo. El clan de los Casalesi quiere acabar con la vida del autor de Gomorra, un libro donde Saviano desvela el entramado de los Casalesi, la familia que domina Nápoles. Pero la mafia está más cerca de lo que nosotros mismos creemos. Tan cerca que nos toca con las yemas de sus dedos como el agua salada baña la orilla de la playa de mi infancia. Una playa a la que de momento no volveré porque de nuevo, un buque ha vertido su fuel en el mar. Ha sido en la Bahía de Algeciras. Una vez más. Pero "las playas andaluzas están limpias". Lo dice Manolo Chaves desde Paraguay, donde se ha ido a vender turismo y restar alarmismo. Pero lo cierto es que cien metros de litoral están manchados con restos de fuel del buque Fedra. ZP también siguió el pensamiento de Hölderlin. Soñó como un Dios y se encaramó a la ley como un koala a su eucalipto: seremos un Estado laico, dijo. Y ahora actúa como un mendigo entregando a la Iglesia 156 millones de euros para salarios de Obispos y sacerdotes diocesanos. Tiempos de crisis, pero no para la fe que, no sólo mantiene su parte del pastel, sino que la aumenta. Habría que mirar que escriben los Obispos en su cuaderno azul. Seguro que algo dirían de las 19 fosas de la guerra civil que pretende exhumar Garzón y a lo que la Fiscalía se opone. Y mientras Botín no considera necesaria la entrada del Gobierno en los bancos españoles (no debemos ir tan mal como la derecha vende y desea), el Primer Ministro británico, Gordon Brown, ha mostrado su deseo de que España acuda a la próxima cumbre internacional que debe discutir una posible reforma global de los mercados financieros y a la que acudirán los miembros del G-8. Cada uno pinta su cuaderno azul como le conviene. Más Hölderlin. Más sueños de Dioses y pensamientos de mendigos. Lo que somos. Vamos por ahí mendigando un poco más de todo. Y lo que verdaderamente necesitamos es lo que menos demandamos. El cuaderno azul también nos hablará de desengaños.
16 octubre 2008
07 octubre 2008
EL AMIGO DE LOS TERRORISTAS
Con la Bolsa de nuevo en caída libre, pese al plan de rescate aprobado la pasada semana por el Congreso, y el acecho de una profunda recesión, resulta muy difícil para John McCain darle a esta campaña electoral un giro hacia territorios que le puedan resultar más favorables que el de la economía. McCain no es capaz de ilusionar al electorado estadounidense, que vive sus peores días desde la Gran Depresión de 1929. El republicano no convence en economía, en gestión pública, en educación, en sanidad... y mucho menos en política exterior. Por ello, su candidatura intenta recurrir masivamente al voto del miedo frente a un candidato negro, de extraño apellido y de exótica biografía para el gusto del estadounidense medio. En ariete de esa estrategia se ha convertido la aspirante republicana a la vicepresidencia, Sarah Palin. Sin ningún argumento, la número dos de McCain acusa a Obama de ser amigo de terroristas. Y todo, cuando su compañero Bush ha desoído resoluciones de la ONU y ha puesto en tela de juicio el equilibrio político del concierto internacional. Ahora, a nivel geopolítico, nadie sabe qué papel juega ni, lo que es más grave, qué y quién es. Bush ha recuperado el mundo de los bloques (el del Mal y el del Bien), la demagogía y, lo más preocupante, ha llevado a la ruina (política, económica, militar y social) a un país, EEUU, sin adversario en el concierto internacional. Hoy se pone en tela de juicio el liderazgo estadounidense frente a otras potencias como Rusia, China o India. También ha sido Bush, gendarme del planeta, el que con su particular forma de hacer política, ha provocado que en países otrora democráticos, se instalen ahora gobiernos de corte dictatorial. Afganistán primero (luego abandonado a su suerte) e Iraq después han centrado los esfuerzos del peor presidente de EE UU de todos los tiempos. Y McCain forma parte de ese pesimismo: es el legado natural de Bush. Frente a éste se alza la figura de Barack Obama, joven, dinámico y dialogante. No tiene la experiencia de McCain, ni ha sido prisionero de guerra, pero anoche, en el segundo debate entre los dos aspirantes a la Casa Blanca se pudo comprobar una vez más, porque las encuestas dan a Obama como virtual ganador. La juventud y el dinamismo de uno y la rigidez y la edad del otro es el principal contraste del desafío dialéctico entre las dos personalidades. En el caso del senador por Arizona, este contraste se ve acentuado por su insistencia de acudir al pasado y a su experiencia. El remasterizado McCain levanta muchas simpatías y suscita respeto entre los estadounidenses, pero no proporciona la seguridad y la autoridad que se requiere para conducir a EEUU en una situación difícil. Por ello, las palabras de Palin señalando la amistad entre el terrorista Ayers y Obama no tienen ningún sentido. El aspirante demócrata a la Casa Blaca es un ciudadano modelo en EEUU. El senador por Illinois ni siquiera sabía que William Ayers, un líder radical de los 60, fundador de un grupo que promovió atentados en EE UU, trabajaba en su mismo edificio de Chicago. Lo que sí sabe, como el pueblo americano, es que McCain es la sombra de una historia pasada, unos ojos tristes, un atardecer solitario. Por su parte, Obama simboliza a esa preciosa niña morena de ojos verdes y traje verde que se incrusta en tu retina cualquier 15 de agosto en cualquier feria de verano. Como ella, Obama te enamora a primera vista y a la segunda te reafirma. Como aquella niña morena de excelsa sonrisa que un día descubres ataviada con un vestido verde esperanza y otro día con uno color rojo pasión. Pero que, siempre es la misma niña dulce. El discurso de Obama me recuerda al contoneo de esa joven muchacha. Levantando pasiones. Puede ser que Obama nunca habite la Casa Blanca, que su vitalidad se esfume como aquella muchacha en la tarde de un viernes desapareciendo en un coche ajeno delante de nuestras narices. Que nunca dicte leyes, como nosotros nunca compartamos las butacas de aquel pase de cine prometido. Pero habrá cambiado la historia de EEUU como tú has cambiado mi vida para siempre. Y, quién sabe, quizás dentro de mucho tiempo la política de este país se reinvente y aparezca en el panorama alguien como el senador Barack Obama. Como aquella noche muchos años después en otra feria de verano nos reinventamos tú y yo resucitando viejos fantasmas y eternas promesas. Sí, la poesía que te susurré estaba hecha para ti. Sí, y pensada para noches como ésas. Noches de verano donde se reinventa hasta nuestra propia existencia.
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