16 octubre 2008

CUADERNO AZUL

A veces el silencio se deja agitar por la brisa del mar, trayendo y llevando a su paso las palabras sordas que resuenan en nuestras mentes perdidas. Por eso me gusta sentarme en la orilla del mar a media tarde viendo como las gaviotas vuelan por encima de mi cabeza mientras en ella se despedazan sueños, miedos y esperanzas. Pero aquel verano iba a ser diferente. Cambiamos la playa por el pueblo de mis abuelos maternos, para mí, el fin del mundo. Un lugar fúnebre al que llegamos después de cientos de horas al volante y millones de discusiones con papá. No había remedio y este verano estaba destinado a ser el peor verano de mi vida. Todo eso cambió con los encuentros en el único bar del pueblo, que era bar, biblioteca, recreativos y sala de reuniones. Allí, a las horas en que el sol más apretaba, nos reuniamos Cholo, el bola, la Mari, Inesita, Fer y yo. Inventábamos historias y juegos, propio del aburrimiento, y certificamos una alianza de sangre: la de nuestra amistad vitalicia. Aquel verano llegó al pueblo el cine de verano, que no era otra cosa que la reproducción de una película en la plaza del pueblo, en lugar de hacerse en el teatro municipal. Numerosos largometrajes comenzaron a formar parte de nuestras vidas y empezamos a adorar el séptimo arte por encima de todas las cosas. El cine era nuestro motivo de existencia. Y así fue como decidimos hacer cine. El bar de Asún, el único de la ciudad, fue nuestro centro de reuniones. El primer guión lo escribimos en un cuaderno azul que aún poseo. La historia que contábamos era la historia de nuestras vidas, ahogadas por entonces en el engambre político de la época. Éramos jóvenes e inocentes. De ese cuaderno azul evoco ahora las historias de mis nuevos guiones. He perdido la inocencia y me he dado cuenta que todo lo que está a mi alrededor se encuentra sucio, corrupto y lleno de intereses propios. Todo lo que me rodea encarna aquel viejo pensamiento de Hölderlin cuando afirmaba que soñamos como los dioses pero pensamos como los mendigos. Así lo ha descubierto Roberto Saviano, un escritor italiano dispuesto a abandonar su país por las presiones y amenazas de muerte recibidas por parte de la Camorra. No quiere más que pasear, tomar el sol, caminar bajo la lluvia y quedar con su madre sin miedo. El clan de los Casalesi quiere acabar con la vida del autor de Gomorra, un libro donde Saviano desvela el entramado de los Casalesi, la familia que domina Nápoles. Pero la mafia está más cerca de lo que nosotros mismos creemos. Tan cerca que nos toca con las yemas de sus dedos como el agua salada baña la orilla de la playa de mi infancia. Una playa a la que de momento no volveré porque de nuevo, un buque ha vertido su fuel en el mar. Ha sido en la Bahía de Algeciras. Una vez más. Pero "las playas andaluzas están limpias". Lo dice Manolo Chaves desde Paraguay, donde se ha ido a vender turismo y restar alarmismo. Pero lo cierto es que cien metros de litoral están manchados con restos de fuel del buque Fedra. ZP también siguió el pensamiento de Hölderlin. Soñó como un Dios y se encaramó a la ley como un koala a su eucalipto: seremos un Estado laico, dijo. Y ahora actúa como un mendigo entregando a la Iglesia 156 millones de euros para salarios de Obispos y sacerdotes diocesanos. Tiempos de crisis, pero no para la fe que, no sólo mantiene su parte del pastel, sino que la aumenta. Habría que mirar que escriben los Obispos en su cuaderno azul. Seguro que algo dirían de las 19 fosas de la guerra civil que pretende exhumar Garzón y a lo que la Fiscalía se opone. Y mientras Botín no considera necesaria la entrada del Gobierno en los bancos españoles (no debemos ir tan mal como la derecha vende y desea), el Primer Ministro británico, Gordon Brown, ha mostrado su deseo de que España acuda a la próxima cumbre internacional que debe discutir una posible reforma global de los mercados financieros y a la que acudirán los miembros del G-8. Cada uno pinta su cuaderno azul como le conviene. Más Hölderlin. Más sueños de Dioses y pensamientos de mendigos. Lo que somos. Vamos por ahí mendigando un poco más de todo. Y lo que verdaderamente necesitamos es lo que menos demandamos. El cuaderno azul también nos hablará de desengaños.