Hagamos una lectura muy por encima, pues la realidad es mucho más compleja: ETA lleva tres años sin matar; destacados miembros de la banda, encarcelados, han pedido el cese de la violencia; los etarras llevan ocho meses en tregua y, además, están cada vez más ahogados. Pero la Kale Borroka sigue instaurando el terror en las calles del País Vasco, ETA no se aparta de su afán de autodeterminación para Euskadi y parece que tampoco la izquierda abertzale vaya a condenar la violencia a corto plazo. En efecto, hay puntos a favor y en contra del proceso de paz, pero parece muy coherente intentarlo, terminar con ETA. Es cierto que en los años del PP en el poder el cerco policial y legislativo fue total. Un acierto y una constante baza política del PP. Por ello Rajoy, ancora ministro del Interior y hoy jefe de la oposición, tiene que criticar el camino emprendido por los socialistas. Es un cambio radical en la política antiterrorista de nuestro país, una apuesta personal de ZP muy arriesgada (tanto como la tregua de 1998), pero no debería olvidar que las líneas de política antiterrorista las marca el Gobierno. Así lo hicieron los populares durante su mandato desde que en 2001 Zapatero, entonces en la oposición, se sacará dicho pacto de la manga. Felipe González ya intentó terminar con ETA a través del proceso de Argel (1989), pero suspendió las conversaciones al comprobar que los terroristas no estaban convencidos de abandonar las armas y, además, proponían reconocimientos para Euskadi que superaban la Constitución. Años más tarde, José María Aznar, con el PNV como interlocutor, volvía a suspender los contactos, aunque previamente erró al acercar 150 presos sin obtener de ETA nada a cambio. Los terroristas seguían en sus trece. Fue la famosa tregua de 1998, una tregua trampa que sirvió a ETA para fortalecerse cuando estaba dispersa y sin recursos. La derecha, herida, estrechó el cerco. La ley de Partidos Políticos de 2002 fue la piedra angular para ello. Batasuna no pudo concurrir a las urnas y ETA cada vez estaba más debilitada. La desaparición se veía cercana y ZP, tras llegar al poder, concedió prioridad a terminar con ETA. El anuncio de la tregua del pasado 22 de marzo era un importante primer paso. Pero cada vez hay menos esperanzas. El proceso hace aguas. Y lo demuestra el resultado de la investigación de la policía francesa sobre el robo de 350 pistolas en Vauvert, Francia, el pasado 23 de octubre. Fue un comando de ETA. Parece que estamos ante una nueva tregua-trampa. Podría ser el principio del fin de un sueño: terminar con la violencia terrorista. El Gobierno debería tomar cartas en ello pues ETA no se aparta de sus objetivos.