Cuando Alberto Contador enfiló el Corso Venezia, en Milán, ya se sabía ganador del Giro 2008. Semanas antes, en las playas andaluzas, no imaginaba un final de mayo así. Por ello, cuando llegó a línea de meta desempolvó su revólver, apuntó hacia la organización del Tour de Francia, que le niega la participación, y se golpeó por tres veces el corazón con su puño. Porque el ciclista de Pinto es una persona humilde y sincera, aparte de un gran campeón. Es el segundo español que toma Italia a dos ruedas (antes lo hizo Indurain). Pero Contador ha hecho algo más importante: nos ha devuelto la ilusión por un deporte que ya ni fu, ni fa. Y también las ganas de seguir creciendo y luchando, cada cual, en su parcela más sufridora de la vida. Y verle, así, conquistar Italia y a los italianos (a pesar de Di Lucca y compañia) me ha levantado la moral estos días de incertidumbre y veleidades de segundo plato. Las he afrontado escribiendo poesía existencial, que es lo único que me hace pensar que existo. Tu voz ha vuelto a mis cavidades auditivas con una marcha forzada. Aún así, sigues sin escuchar y lo que no te digo se lo lleva el viento. O los desaires. Como ya se llevaron aquella etapa de tu vida que tu tanto recuerdas, y que ya no volverá como tampoco volverá aquello que cada día te empeñas en destruir. Yo sigo luchando por tus besos como tú sigues rememorando aquella noche del 14 de julio de 2001 en tu jardín, cuando acababas de terminar el bachillerato y emprendías rumbo a la universidad. Mirabas las estrellas como quien descubre una constelación. Y pensabas, bajo la luz secreta de la esperanza, en un futuro tan feliz como el tiempo que habías dejado atrás. Aquella noche, con la tranquilidad excelsa de quien se siente dueño de su vida, te relajaste en una mecedora esperando el paso de las horas y que la vida te lanzase a donde quisiera, porque no temías a nada ni a nadie. Tenías todo el verano y todo el tiempo del mundo para pensar. Pero siempre con aquella canción de Jarabe de Palo, El lado oscuro del mundo, retratando imágenes en tu cabeza: ayer, hoy, mañana. Ahora el tiempo se te ha parado. Llega un nuevo verano y yo te invito a que esa música nos guíe de nuevo por la arborada perdida, por el valle de secretos que aprisioné aquellas tardes de mi infancia. Tienes en tus manos el tiempo y la esperanza. La música, la ponen ellos. Tu sólo eres el jarabe de mis desvelos. Una música celestial suena en Helena, sueño prohibido de Obama. Helena no es un nombre de mujer. Es la capital de Montana. Ahora, como la Helena que raptaron Teseo y Pirítoo, ésta se hace un lugar en la historia de los imposibles: Barak Obama se convierte en el primer aspirante de raza negra a la CasaBlanca. El mundo cambia, nos lo demuestra cada día. Aunque algunos jamás salgamos de ese lado oscuro. De tu canción. De tu vida.