Miró, y a sus pies sólo existía el abismo. Advirtió como se balanceaba sobre un fino hilo suspendido en el aire. A una parte la vida, a otra la muerte. Parece simple visto así. Como la vida misma. Nada más lejos de la realidad. De esa frontera entre el hoy y el misterioso mundo que nos aguarda, nadie sabe más que José Tomás. Ha iniciado el viaje a ninguna parte en cientos de ocasiones. Lo ha hecho sin miedo y con pasión. La pasión que imprime en sus movimientos y en su capote en mitad del ruedo. Una pasión que hace que, quienes defenestramos la fiesta nacional, nos enamoremos por un instante del toreo viéndole hacer sus diabluras. Arte, puro arte. Y en el límite de esa frontera tan simple y tan real: vida/muerte. No es la única frontera a la que se deben enfrentar cada día 37 millones de personas. Es el número de refugiados que existen en el mundo según un informe de ACNUR. Casi la mitad de esos refugiados proceden de Iraq y Afganistán, escenarios de combates de la guerra contra el terrorismo emprendida por EE UU tras los atentados del 11-S. Una honda herida la que deja Bush al mundo como legado. Apenas faltan cinco meses para su partida definitiva. No sé si con Obama cambiará algo, con McCain, seguro que no. Por si acaso, mantengo el talismán que me regalaste. Estos días se ha llenado mi mundo de recuerdos con Secondo Tempo, la segunda parte del recopiltorio de Ligabue. Aperecías en cada verso. Pero la vida sigue. Y como dice el poeta italiano Stefano Benni: perdona amor, he usado nuestra canción para una nueva relación. No te culpo, pero te empeñaste en lanzar a la hoguera todo aquello que nos perteneció. Ahora marco el ritmo de esos versos al son de unos ojos que me han devuelto la vida, la ilusión. Y la luz. No sé que pasará mañana, pero me siento cómodo. Mañana, tal vez, Valencia arda como en plenas fallas. Cospedal será la número dos del PP, Arenas el mandamás territorial, Pons el artillero oficial... Un partido para el futuro. Lavado de imagen, pero con grietas, muchas grietas. Y mientras, Esperanza Aguirre al acecho. Gallardón, al que todos vemos como presidente de Gobierno en el futuro (todos menos él), ya no ve luces en la ciudad. Ve como se le pasa otra oportunidad, otra estación. Yo le recetaría tus ojos, que son la luz, para que le mostrasen el camino, que llegará. Quizá no aquí en Valencia. Quizá no en 2011. Pero llegará. Como llegó el AVE a Valladolid, una ciudad que, cada tanto, te empeñas en alumbrar con tu dulce mirada. Aquella noche, mientras reías, quise detener el tiempo. La luna estaba llena y, aquí abajo, sin pensar en esa delgada línea que separa la vida y la muerte, tu y yo, riendo, relatando anécdotas... y yo preguntándome donde estabas hasta ahora. Te escondías en la oscuridad de una ciudad en obras (siempre tan vinculada a ellas), pero no advertías que tus ojos alumbraban las calles. Y mi vida. De camino a casa, caminando bajo las estrellas, pensé en el partido del domingo. De si se repetirá la historia y los italianos volverán a apearnos del camino hacia el éxito. De si podré ver el partido contigo (tu luz nos llevaría a la victoria, estoy seguro). De Tassoti y aquel codazo a Luis Enrique; de aquel gol imposible de Baggio; del fallo de Salinas... Fue fatídico aquel año 1994. A saber donde estaríamos nosotros. De entonces sólo me quedan recuerdos. Muchos recuerdos. Todos en blanco y negro. Ahora me espera un universo lleno de colores. Es el universo de tus ojos.