Miguel Ángel nunca ocultó que toda su vida, desde su juventud hasta la vejez, estuvo marcada por las pasiones. En la vorágine que lleva la obra de este titán a las más profundas simas, las figuras de bellos efebos ocupan un lugar destacado. Tony Blair nunca sería un efebo para Miguel Ángel. Sería otra cosa. Quizá un alma gemela, pues el británico siempre se movió por pasiones. Pasiones que dibujó con el trazo de un estadista. El tory hizó suyas las tesis de Anthony Giddens y llevó al laborismo británico hasta un espacio político que urgía. Fue la llamada Tercera Vía, que tan buenos resultados económicos ha dado para Gran Bretaña y tantas alegrías a las clases sociales más bajas del país. Pero Blair pasará a la historia por otros acontecimientos, y no precisamente los más positivos. La guerra de Irak será siempre el punto negro de Blair. Pero ahora nos lo presentan como un hombre de paz. El pasado 25 de junio era elegido representante del Cuarteto de Oriente Próximo y hoy ha iniciado un periplo de tres días por tierras santas con el objetivo de reflotar una paz que está muerta desde hace mucho, mucho tiempo. No creo que Blair sea el interlocutor perfecto. El ex Primer Ministro británico tiene las manos manchadas de sangre. La prueba la encontramos en el día a día de un Iraq que se desangra. Blair ha sido, es, uno de los líderes políticos más honestos y respetables de su generación. Su política económica y sus medidas sociales devolvieron al Reino Unido al lugar que le correspondía en el concierto internacional. Por ello lo admiré. Y lo admiraron en el mundo entero gente de todas las ideologías. Pero cometió el error de las Azores, el preludio de la invasión de Iraq sin resolución de Naciones Unidas. Con aquella decisión Blair dió la espalda a Europa y al mundo. Por ello hoy me atrevo a decir que Blair no es el tan ansiado pacificador para Oriente Próximo, aunque así lo quieran ver EEUU, Rusia, Europa y la ONU. Y si apuro, hasta Israel y la Autoridad Palestina. Israel, incluso, está dispuesto a reflexionar sobre sus fronteras. Y ya ha movido ficha dejando en libertad a 255 presos palestinos. Una liberación que fortaleció al presidente de la ANP, Mahmud Abbas, tan debilitado con la confrontación civil que mantienen Hamás y Al-Fatah. Una escalada de tensión que ni tiene principio ni fin. La patata está ahora en el tejado de Olmert. Los ortodoxos judíos andan con la mosca detrás de la oreja. Ha llegado hasta sus oídos la pretensión de su Gobierno de recoger en los libros escolares la visión palestina sobre la creación del Estado sionista. Dicho de otra forma, una especie de Educación para la Ciudadanía a la hebrea. Pero el conflicto en la zona no tiene solución porque ningún occidental comprende sus dimensiones. Porque nuestra concepción social, cultural y política no es más que eso, una visión , una perspectiva que carece de fundamento y que mantenemos gracias a nuestra pasión. Porque todos, en parte, llevamos un pequeño Miguel Ángel dentro. Hasta Rouco Varela, Martínez Camino y, por raro que nos parezca, el resto de la Iglesia española. Dinamitar antes de su aplicación la asignatura de Educación para la Ciudadanía sólo demuestra lo transigente que puede llegar a ser nuestra Iglesia. Los curas nos quieren imponer su moral y no una moral libre, laica, como la sociedad del siglo XXI demanda, aunque en Turquía millones de ciudadanos se empecinen en lo contrario. Pero aún así Turquía puede ser mañana Europa. Y eso, mientras la Iglesia se empeña en ser nuestro salvapatrias de turno. Misericordiosos. Bienaventurados los que la siguen porque suyo será el reino de la mezquindad. Y así las cosas, ¿por qué no puede lograr Blair la tan ansiada paz en Oriente Próximo? Entonces, entrará con letras de oro en las páginas de la Historia y logrará sobreponerse al desaguisado que coorganizó en Iraq.