Estamos acostumbrado a sutiles recalificaciones que tienen como finalidad, efectivamente, lo que ustedes están pensando. Pelotazo tras pelotazo, España se ha convertido en el país del ladrillo y de los campos de golf. Muchas instituciones han permitido ese extremo. En Madrid, un equipo de fútbol que se presenta como el eterno sufridor, el segundo equipo de la capital y demás sandeces ha logrado hoy uno de esos pelotazos. Lo ha hecho después de tres años buscando la puerta de entrada. Yo, no lo puedo negar, soy merengón, pero el Atlético es un club con el que simpatizo. La afición debe saber que su equipo ni es sufridor, ni es un pobre club, ni es secundón. La culpa está en sus directivos, que año tras año les venden humo a precio de oro. Alguien debería preguntarles a los dirigentes colchoneros porqué sus fichajes cuestan tanto y adónde van a parar las comisiones que pagan. Igual que deberían preguntarse donde irán a parar los beneficios de la recalificación del Estadio Vicente Calderón, un campo del que no quería desprenderse la mayoría de los atléticos. Pero al menos sacarán algo en positivo. El Estadio de La Peineta será, en 2016, propiedad del club. En la ribera del manzanares, cuando el Atlético y Mahou dejen la zona, se construirá un majestuoso parque y un lago. Pero también habrá 175.000 metros cuadradados de lujosas viviendas. No habrá torres gigantes para empresas multinacionales. No se quiere romper con el ecosistema demasiado (a buenas horas). Lo recoge el acuerdo firmado. Pero tampoco se construirán Viviendas de Protección Oficial debido al coste de las obras. Y eso que Gallardón anunció que el acuerdo para recalificar la zona debería ser "bueno para los madrileños". Y, ¿ahora lo es? ¿Para que madrileños? Encuentren ustedes mismos la solución a tan enigmático misterio. El tonto de mi pueblo apenas tardó siete segundos y medio. En estos temas soy tan impacable como con la homosexualidad. Esos bichos raros que andan sueltos por las calles de nuestra ciudad. Si vemos dos personas del mismo sexo besándose... miramos sorprendidos. Buscamos la mirada del que tenemos al lado y manifestamos nuestra adversidad a la obra. No era para menos el fascismo y terminamos quemando todo lo que nos recordaba a ello. Se ve que no todo fue a parar a la hoguera. El ejemplo lo encontramos estos días en mi adorada Roma. En la Ciudad Eterna, la policía denunció a dos chicos, dos enamorados, que fueron sorprendidos besándose en público. Días más tarde, centenares de parejas homosexuales salieron a la calle para protestar. En el Coliseo, símbolo de la ciudad, todos ellos comenzaron a besarse. Un paso adelante para que a este colectivo le sean reconocidos derechos que, como en España, ya tienen. Simplemente, el derecho a ser feliz, el derecho a enamorarse.