Me he preguntado si me podré encontrar a mí mismo. No sé si sucederá. He vuelto al lugar donde pasé mi infancia. Espero. Es primera hora de la mañana. Sobre la arena se ven sombras. Aún es de noche y se pueden ver huellas de gaviota. Me he quedado quieto y he escuchado el sonido del mar antes que a mí mismo. Luego me he marchado. Miro desde la lejanía y reconozco todo aquello que me ha hecho compañia durante tantos años. No hay nadie en la playa. He leído recientemente una entrevista con la actriz Ana Zamora. Dice que los ateos lloran más que los cristianos. Tiene razón. Cuando yo aún recibía señales de que Dios me protegía, no lloraba jamás. Ahora, es otro cantar. He despertado a la realidad de la vida. Y me he encontrado a un Zaplana achicharrado de tanta política. Pedro J o su colega Jiménez Losantos dirían de él que se ha vuelto un afrancesado, que viene muy bien ahora que estamos en plenos fastos por el Dos de Mayo. Una fecha de la que se ha apropiado Esperanza Aguirre. A su parecer, la España grande y única nació con el levantamiento popular del Dos de Mayo en Madrid. Esta forma de entender la identidad española, en confrontación con las variadas culturas nacionales, necesita reafirmarse continuamente bajo una apariencia sólida, monolítica, rectilínea. La operación es sencilla. Se toma un momento histórico, se suprime el contexto, se elimina todo lo que perturbe el discurso oficial y se exalta con un gran aparato publicitario. Ni una palabra para los afrancesados, excepto para denigrarlos. Tampoco se habla del ambiente de guerra civil que se vivió durante aquellas fechas. Mucho menos de la oportunidad perdida tras la guerra, de la vuelta al Absolutismo y la Inquisición, o de la persecución contra los liberales (incluido Goya). Una doble moral circula por la cabeza de la Espe. Si dice ser liberal, ¿cómo celebra una fiesta que supuso la persecución de aquellos que pensaban como ella? No lo logro entender. Pero ahí está TeleEspe para solucionar las derivas ideológicas, porque cuando no lo hace el dinero, lo hace la propaganda. La operación de manipulación es rentable. Y que nadie diga que esto es nacionalismo. Los nacionalistas siempre son otros. Será verdad que todos los caminos conducen a Roma. La Ciudad Eterna queda cada vez más lejos. Llevo un trozo de ella siempre en los bolsillos para no claudicar ante el olvido. No quiero ser un mártir. Y en el fondo lo soy. Había escrito muchas veces como habría de ser nuestra despedida, como serían el resto de las visitas a Roma con tu ausencia derramándose por mis mejillas. Aquel sábado sin el calor de tu cuerpo entre mis sábanas lloré como un niño. Era consciente de que te ibas para siempre. Y aún con el calor de tu vacío en ciernes tuve la fuerza de escribir nuestro final. Me vi en el mismo apartamento de Cavour que tu alquilaste para mí, pero 40 años después de esa noche. El retoque de campanas de San Pietro golpeaba de igual manera en mi oído. Era una noche fría. Y tú deambulabas en la ciudad como yo en la vida. Seguía siendo igual de duro todo. La ausencia es ausencia, como escribe Juan Gelman en su País que fue será. Obra cumbre de la poesía en español, un Cervantes merecido. Pliego la libreta y tiro mi literatura barata por el retrete. Como nadie la lee, he decidido volver a la vida real. Por el camino, me he encontrado con tus emails y no he creido merecerlos. Tengo miedo a que te evapores. Pero de momento, has sido capaz de reinventar Roma en mi cabeza y en el mio cuore. No quieres ni oir hablar de política, pero he de decirte que un virus muy peligroso recorre Europa. Nuestra Italia no ha conseguido librarse. Y ahora, los ingleses caen en él tras unas elecciones municipales. Los conservadores de David Cameron han obtenido el 44 % de los votos. Los laboristas, sólo el 24 % y se convierten en el tercer partido del país. Hacen bien los tories al pedir la cabeza de Gordon Brown, más débil que nunca. Encima, ha tenido que soportar la pérdida de Londres, ahora en manos conservadoras. Se destruyen los logros de nuestros abuelos. Es el virus de la derecha. ¿Hay cura? No lo sé. Quizá nunca lo sepamos. De momento, yo ya he escogido el camino: regresar a mis orígenes. A aquella playa en la que tú siempre palpitas.