Yo no tengo quien me escriba, le dijo aquella tarde lúcida el coronel al médico. Lo hizo avergonzado después de que el administrador de la casa de correos le diese la negativa. El coronel dijo no esperar carta, pero mintió como todos mentimos alguna vez que no sale algo como esperábamos. Como mienten los políticos para apuntarse unos votos. Algunos, no tienen ni que hacerlo. Tenemos el ejemplo en Silvio Berlusconi, al que le ha ido muy bien en la cosa pública durante las dos últimas décadas. Las elecciones generales en Italia no las ha ganado el centroderecha, sino la extremaderecha. Pero Berlusconi no es el culpable. Yo acuso (sugerente título que le costó más de un disgusto a Émile Zola) a los italianos, que no aprendieron del fascismo de Mussolini. Y también acuso a esa parte de la sociedad italiana que no emerge para pedir un hueco en un país que los devora: la izquierda. Y también acuso a los políticos de izquierda, por corruptos, por no saber trasmitir los valores, por no estar unidos, por carecer de capacidad para iniciar las reformas que tanto necesita el país que menos crece de Europa. Por la imagen de inseguridad ciudadana que han dejado ver. Éstos pasaron de tomar ciertas medidas temiendo ser llamados fascistas y ahora los postfascistas recién electos les han engullido. El que perdona, va a la lona. No lo digo yo, lo dice el propio Silvio Berlusconi: Somos la nueva falange romana. Y se quedó tan pancho. Atisbo un nuevo Duce, pero nadie parece preocupado. Si en la Edad Media religión y política iban de la mano, ahora en Italia lo hacen el dinero y el poder. Y mientras, tantos y tantos italianos como mileuristas. Como en España. Y eso a pesar de que somos la generación mejor preparada de la historia. Pablo Barbadillo, un joven anónimo, tenía 23 años y era vecino de Tres Cantos. Estudiaba Ambientales en la Universidad Autónoma de Madrid. Y se fue a la selva peruana a realizar su tesis, retando al peligro para volver a España siendo todo un experto en su materia y cobrar la ridícula cifra de 800 euros. Ayer encontraron su cadáver. Hoy muchos deberíamos pensar qué somos, dónde vamos, qué será de nosotros. Falta poco para que se cumplan 40 años de aquella fustrada revolución, mayo del 68. Quizá va siento hora de un segundo capítulo. Hemos esperado mucho. Algo menos han esperado en Roma, pero ha llegado. Tras 20 años de gobiernos de izquierdas, la derecha a vuelto al poder en Roma, la ciudad baluarte de la izquierda italiana. Se fue Veltroni. Y con él regresaron los fantasmas. La izquierda italiana, dice Walter, necesita una reflexión. Yo diría más. Necesita una televisión propia y un talonario, como tiene Silvio. Y más aún: necesita nuevos políticos, crear nuevas ilusiones y nuevas expectativas. Alemanno es el nuevo sindaco. Me suena muy germano, con todas las connotaciones que esto supone (Italia & Alemania; Musolini & Hitler). Su primera decisión será borrar del mapa los campamentos de inmigrantes de la capital. A la Liga Norte le parece, bien. Norte y Roma se empiezan a entender. El poder nos cambia a todos. Inlcuso a Alemanno, que comenzó su carrera política en el Frente de Juventud del Movimiento Social Italiano (MSI), partido de corte neofascista. Luego, MSI se refundaría en el más moderado Alianza Nacional. Pero Alemanno sigue llevando en el cuello una cruz celta (un símbolo utilizado por la extrema derecha y los fascistas en Europa), tal y cómo mostró en un canal de televisión durante la campaña electoral de 2006. Roma se ha quedado sin Rutelli, o Rutelli sin Roma, según se mire. Francesco Rutelli ya fue alcalde de la Ciudad Eterna entre 1993 y 2001. Dejó el cargo para, como ahora Veltroni, disputarle la presidencia del Gobierno a Berlusconi. Y como Walter, pereció. Veremos si Alemanno es capaz de hacer de Roma una ciudad más segura, más competitiva, más rica... o se preocupa más de cruces gamadas y propaganda. Llega un nuevo mes de mayo y no hay rastro de ti. Yo, como el coronel, no tengo quien me escriba. Me dedico a escribirte versos esperando tu llegada. Será, si antes no nos hemos convertido en refugiados y nos destrozan la chavola en una Roma sitiada por fascistas. Los veneras. Te culpo de su vuelta como de tu ausencia. Yo no tengo quien me escriba.