Hay vidas hechas a medidas, y vidas que no tienen medida. Igual que hay periodistas que se venden por dinero y periodistas que disfrutan escribiéndole a las amigas. O de sentimientos. No somos lo que muestran nuestros ojos, ni lo que muestra nuestra sonrisa en un vagón de tren que cada vez nos parece más viejo y gastado. Éste es mi primer artículo por encargo. Y tiene precio: que irradies con tu luz todo Madrid en esta noche lluviosa y oscura. Decía Sócrates, y yo te lo cuento, sólo sé que no sé nada. Lo repites en la soledad de tu alcoba cada noche, a pesar de los cuentos virtuales, los ciber amigos y los teléfonos con videocámara. Ya se sabe: el mundo al alcance de tus manos. Nunca estuvimos tan sólos como ahora. Y tú... Tú serías una buena publicista. No lo dudo. Pero también serías otras muchas cosas si tú lo decidieras así. Nuestra biografía tiene páginas en blanco. Escribe tu propia novela. Y no temas. Deja el miedo en la maleta. Hay muchos sueños que te esperan. No cuenta lo que somos ni lo que hemos sido. Cuenta lo que seremos. Construye un mundo a tu medida, sólo importa lo que está por llegar. Lo demás no tiene remedio. Así lo pensó Wladimiro Guadagno, un chico de Foggia que llegó a Roma en 1985 para estudiar Lengua y Literatura y se pasó a la vida de cabaret. Nació hombre, y se hizo mujer. Ahora es Vladimir Luxuria. Se define como transgénero, es decir, una persona que no se puede reducir al sexo masculino o femenino. No se identifica con la definición de transexual porque no ha cambiado quirúrgicamente de sexo. No tiene miedo a mostrarse tal y como es. Tampoco lo tuvo cuando quiso ser actriz. Sus cambios han sido drásticos y siempre miró avanti. Un día se levantó, como Lázaro, y decidió luchar por su gente. Los que sufren la desidia de la sociedad, el olvido y el rechazo de un mundo cruel que no admite la diferencia. Tampoco tuvo miedo. Se convirtió en la primera activista oficial de los derechos de gays, lesbianas y transexuales en Italia, un país cerrado, temeroso ante los cambios. Y en 2006 decidió entrar en política. Elegida diputada, su voz atronó en el Parlamento. Cuando estaba a punto de aprobarse una ley de matrimonios de hecho, el Gobierno Prodi cayó. Luxuria no se derrumbó. No tiene miedo, volverá a intentarlo. Porque los derechos de este colectivo aún duermen en la penumbra. Yo la conocí en 2007, durante una manifestación pro derechos gays en Roma. Me llamó niño de Zapatero, spagnolo guapo. Entonces se ganó el cielo conmigo. Espero que San Pedro no le cierre las puertas en su momento por ser diferente, por no tener miedo. Lo tiene Samarach, que es un cínico. Dice que tras los JJOO de Pekín, China se abrirá al mundo. Que lo haga ahora y nos ahorramos la muerte de cientos de tibetanos. Así, sin miedo. Luchando con piedras ante unos tanques. David contra Goliat. Por Tibet apagaron la llama olímpica en París, y casi lo consiguen en Londres. El miedo sólo es el eco de nuestras veleidades. Es sólo la voz del aletargamiendo. Qué hubiera sido de este mundo si gente como Galileo, Einstein o Amstrong, por citar sólo tres ejemplos, hubiesen tenido miedo. El tren sólo pasa una vez en la vida. Y el tuyo gira en torno a una espiral de melancolía. Baja en la primera estación, no mires atrás. Sin miedo no seríamos humanos. Entonces es mejor aferrarse a ese tren y apearse en los bosques impermeables de Orión.