17 abril 2008

HÉROES DOMÉSTICOS

Era habitual pasar los domingos en familia en aquel rinconcito al que tita Dolores había bautizado como la casita. Por eso no fui yo el que dejó de ir a misa, fueron las circunstancias. Yo no quería, porque las jornadas dominicales me parecían, entonces, aburridas. La verdad es que, prefería escuchar a don Pedro, e incluso, vestirme de monaguillo, antes que recoger piedras en el campo y aguantar en la comidita la misma charla de todos los fines de semana. Entonces, reconozco, mi fe era capaz de mover montañas. Eran otros tiempos. Tita Dolores me enseñó que rezando podemos encontrarnos a nosotros mismos por medio de Dios. Era mi héroe. Y no había día en el que no rezara al menos un par de padrenuestros y avemarías. Era feliz. Pero la vida siempre sorprende. A tita Dolores se la llevaron las nubes una madrugada fría, mientras sus ojos brillaban en aquella oscura sala que ya nunca olvidaré. Sus lágrimas me advirtieron: no existen los héroes. Tu mundo está aquí, más abajo. Y comenzé a replantearme mi vida y mis creencias. En un principio, tuve que convivir con el peso etéreo del dolor por ambas pérdidas. Una, la de mi tía del alma, a la que afortunadamente pude dedicar una sonrisa antes de que la absolviera el precipicio. Y dos, la del final del mito. Se petrificaron recuerdos e ilusiones. La gente se postraba antes los garabatos, que se convirtieron en obras de arte, y la orilla del mar comenzó a retroceder. El cambio climático vino después. Pero para salvar al mundo no existen héroes reales ni Bush quiere erigirse en uno de ellos. Las lecturas de las aventuras sobre dioses y héroes de la mitología griega calmaron mis ansias de conocer seres superiores. Luego, me hicieron huir de ellos como de la peste. Y fui a buscarlos en el símbolo del capitalismo: la televisión. Las tardes de mi niñez las pasaba junto a mamá y Joaquín, mi hermano, sentado en el sofá del comedor viendo series de moda. Surgieron los Superman, Batman, Capitán Planeta... Los amé. Pero llegó un momento en el que sus hazañas me sabían a timo. Me refugié en los versos de Bécquer, Miguel Hernández, Lorca... Y sólo conseguí ser más frágil a la vida. Hacía mucho tiempo que había dejado de creer en Dios y que tita Dolores no rezaba conmigo. Ahora llega Benedicto XVI pidiendo perdón por los casos de pederastía en EEUU y anuncia que no se volverán a repetir. Eso si que es Providencia Divina. Cuando bajé al mundo de lo real, ya sólo me quedaban tus besos, unas letras de Ligabue y la imagen de un verano. Ni siquiera estaba Zidane, Messi o Ronaldo. Pero todo aquello se derrumbó una tarde en la que dejaste de responder al teléfono. Ahora he comprendido que los únicos héroes a los que debo adorar son aquellos con los que me molestaba pasar los domingos. Me estoy haciendo mayor y mis héroes cada vez son más humanos. Sigo sin rezar. Y sin mi tía Dolores. Tampoco nadie rezó por el Getafe, enfermo de un extraño mal que siempre le hace ser perdedor: el síndrome Poulidor. Raymond Poulidor era un ciclista genial que en la década de los 60 y los 70 compitió con Anquetil, Mercky y Hinault, tres de los mejores ciclistas de todos los tiempos, pero que no consiguió ganar ningún Tour de Francia. Siempre fue segundo. Al menos Obama tiene alguien que le reze. Desde The Boss hacía abajo, todo el mundo del Rock en EEUU se ha aliado con el senador de Illinois en su confrontación, cada vez más agria, con la también aspirante demócrata a la Casa Blanca Hillary Clinton. Son héroes de quita y pon. Lo sé. Obama, como JFK, tendrá algún día que lidiar toros más bravos. Se habrá marchado para entonces todo lo que merecía la pena. Los héroes que de verdad importan.