24 febrero 2008

TIEMPO DE CAMBIO

Mientras Barack Obama sigue impasible su camino hacia la victoria, otros lugares del planeta merecen que nos fijemos en ellos. El primero es Cuba. Hace año y medio, cuando comencé a escribir en este rinconcito, elegí al eterno Fidel Castro como protagonista de mi primer artículo. Era el gobernante más longevo del mundo y su Revolución, una ansiada conquista que se quedó a medio camino entre la utopía y la desolación. Quien visite hoy Cuba advertirá que la Revolución no ha estado más que en los bellos y largos discursos del Comandante y en la retina de los barbudos, aquel grupo que como Luther King, como ahora el propio Obama, tuvieron un sueño. La pobreza y el hermetismo son los dueños de esta colorida y dulce isla que, pese a los más de 40 años de Fidel, conserva un sabor único, un ambiente genuino. Su gente es especial. Y pasear por sus calles es pasear por un lugar donde se ha parado el tiempo, por un lugar donde aún se puede vivir en paz. Algún día faltará Fidel, faltará de verdad, no como ahora. La Revolución, su revolución de ideas, le han convertido en guerrillero vitalicio. Cuando falte Fidel, otros vendrán a imponer sus ideas, sus mitos y sus empresas. Es lo que todos ansían: llevar el capitalismo feroz hasta los más recónditos lugares del planeta. Cuba dejará de ser ese lugar tan bello, tan tranquilo, tan acogedor, para convertirse en la capital del ladrillo, la especulación y la lucha de clases. Sin Fidel no habrá más Cuba. Como sin ti no habrá más noches bajo las estrellas. Contigo todo ha sido diferente. Cualquier puesta de sol, cualquier noche compartiendo una pizza, cualquier conversación intrascendente, tú la hacías única y especial. Golpean en mi cabeza aquellas palabras de Roy Batty, el androide de Blude Runner, cuando presiente que su existencia se acaba: “Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá del Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tanhauser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”. Pero mi hora aún no ha llegado. Presiento que mi calvario será más doloroso: aprender a vivir con tus recuerdos. Me pellizco y siento que está pasando: Fidel Castro renuncia a presidir Cuba y al cargo de Comandante en jefe. La segunda Revolución acaba de comenzar. En realidad comenzó el 31 de julio de 2006, cuando Castro dio a conocer su enfermedad y delegó provisionalmente el poder en su hermano Raúl. Era el pistoletazo de salida a una carrera de obstáculos hacia la sucesión. Unos apuestan a que será su hermano Raúl, que ha esperado este momento toda su vida. Otros aseguran que, para darle continuidad a la causa revolucionaria, será un líder más joven. En la agenda, dos nombres: Carlos Lage, Vicepresidente del Consejo de Estado, y Felipe Pérez Roque, ministro de Asuntos Exteriores. Sin embargo, los cubanos lo único que esperan, con devoción, son cambios. Cambios y más cambios. Cambios como la flexibilización de los trámites migratorios; como el levantamiento de prohibiciones (como por ejemplo las que impiden a los cubanos vender su casa y su coche); reformas en la agricultura (como cambios en la propiedad de la tierra); cambios hacia un mercado regido por la ley de la oferta y la demanda… Admito que hubo un día en que admiré a Fidel. Pero con el tiempo comprendí que a dictadores y pendencieros nunca hay que idealizarlos. Sin embargo hoy estoy más cerca de aquellos jóvenes que se alzaron infructuosamente contra La Moncada, con esos jóvenes sin ideología que derribaron años más tarde a Bautista con el único propósito de hacer de Cuba un lugar de libertad donde todos los ciudadanos valieran por igual. Con aquellos jóvenes que lloraron al Che y que tuvieron que arrimarse al idealismo comunista de la URSS para mantener la llama de aquella Revolución. Fidel tiene sombras y luces. Cuando se vaya, cuando lo haga de verdad, muchas cosas cambiarán y las añoraremos. Pero también llegará la libertad, principal derecho intrínseco de la humanidad. Estos días los cambios me han cogido con una pata torcida. Resulta que España no se rompe como ladraban Acebes y Zaplana, sino que emerge un nuevo Estado en el corazón de Europa de forma unilateral y con el beneplácito de los grandes europeos y EEUU. Ese país se llama Kosovo y es una pobre y pequeña región que se emancipa de mamá Serbia, pese a Rusia. España ha decidido no reconocerla formalmente (con la que se le viene encima a Zapatero, estaría bueno que le diera alas a los nacionalistas vascos y catalanes). Con Kosovo finaliza el proceso de desmembración de la antigua Yugoslavia. Hasta ahora, Kosovo era una región serbia de mayoría Albano-kosovar que sufrió durante la guerra de los Balcanes persecución étnica por la minoría serbia en la zona. Aún no se ha dicho la última palabra y tiene pinta de terminar en otro agujero negro en la zona. Lo que no cambia en España es el empecinamiento de la derecha (derechona diría yo) con llegar al poder como sea. Ya ha comenzado la campaña electoral y lo que las encuestas daban como empate técnico se ha encargado el señor Pizarro de derribarlo. Y de hacerlo él sólito. No es lo mismo bajar al mercado del barrio a descubrir como es y a qué precio están los tomates, que enfrentarse en un debate a Pedro Solbes. A éste le bastó con un ojo para darle un espectacular baño al de la OPA. Tanto que en Génova se han enfriado los presagios de remontada. Mientras eso ocurre, vomito sobre la segunda página del diario El Mundo. Primero fueron las nauseantes portadas con las que los Pedro J´ s boys nos destilaban. Y ahora, cuando todo el tufo de la insensatez parecía haberse diluido en montañas remotas y desiertos lejanos, ahora, un deplorable escritor que encarga los libros que escribe a sus negreros particulares, que se vanagloria de tener una casa en Ávila que ha visitado Aznar, que se jacta de haberse follao a más de 1000 mujeres en su vida, ahora, este petulante y ridículo personaje metido a periodista escribe un artículo en la que pide la revisión de la Ley Electoral. Y proclama, sin sonrojarse, “que sólo vote la gente como yo” y que como puede valer lo mismo su voto que el de un pintor de fachadas o el de una tendera de frutería. Lo que no cambia son las formas de esta derecha que España no se merece. Y todo ese tinglado lo montó para decir que él iba a votar por el PP. No por ideología, sino por conveniencia. Es lo que mejor ha sabido hacer siempre. Parafraseando a Arias Cañete: es que ya no quedan intelectuales como los de antes. En fin.