Era 1901 y Giuseppe Pellizza da Volpedo contaba con la misma edad con que murió Jesucristo, 33 años. En esos momentos la revolución industrial estaba en pleno apogeo y suponía una tentativa de empleo necesaria para muchos campesinos que hacían frente a las crisis de subsistencia. Hoy esa opción no es posible: el capitalismo salvaje y un individualismo descarnado han liquidado los valores de nuestra sociedad y, ahora, derechos tan fundamentales en nuestras constituciones como tener derecho a un empleo y a una vivienda, son utopías. Pertenezco a una generación acostumbrada a una vida fácil, donde nunca se premió el esfuerzo sino la fortuna. Una generación que ha crecido teniéndolo todo y que ahora, siendo la generación más preparada académicamente hablando de la historia, se encuentra ante una dicotomía adversa: preparación versus precaridad. Ahora, la gente como yo, los que pertenecemos a ese cuarto estado plasmado por Pelliza en su obra, hemos alcanzado un nivel tal que ya no hay terrateniente ni señorito que se nos resista. Sin embargo, las empresas, y en ocasiones (muchas) las instituciones públicas, han ideado otra fórmula para seguir rascando de los más débiles. Siempre existirá el "lo tomas o lo dejas". El proletariado ha dejado de tener vida y cuerpo propio. Ahora, los hijos de los obreros como yo se compran un chalet con vistas o se pasean en BMW ´s descapotables, melena lánguida al aire, ataviados con hilos de Dolce & Gabbana y jersey sobre los hombros. En la crisis que ahora vivimos no sólo los bancos y los espeeculadores son culpables. También nosotros, que nos acostumbramos a vivir por encima de nuestras propias posibilidades, olvidando, que hace no muchos años, salíamos a la calle pidiendo que la política laboral, en manos de los señoritos y la rancia derecha, cambiara. Y éstos hacían oídos sordos. Una de esas marchas, precisamente, fue retratada por Pelliza en 1901. El cuarto estado, el que no existía en la división clásica, el proletariado, marchaba en masa desde el campo a la ciudad para trabajar porque en las zonas rurales ya no había futuro. Una vez en la ciudad marchaban en grupos y, a veces, hasta se manifestaban por sus derechos. No conseguían nada. Ahora, parece que también la derecha ha descubierto la calle, quizá con un discurso más etéreo, más demagógico. Cuando veo a Javier Arenas, a Elías Bendodo, a Celia Villalobos , a Antonio Garrido y a miles de personas de bien pasear por el centro de Málaga pidiendo un trabajo digno para los andaluces, me acuerdo de las ocasiones en que mi abuelo, con su sudor y su hambre de posguerra, pidió mejorar sus derechos laborales y entonces los padres y los abuelos de los que marchaban por la calle Larios se negaron porque perdían sus privilegios. Pero ahora el mundo ha cambiado y ya el poder no lo tienen los de siempre. El cuarto estado también está en la derecha. Los dirigentes socialistas no advierten de la peligrosidad de estos quintacolumnistas, y yo pediría que se tuvieran en cuenta, sólo con su existencia se explica que los últimos reductos republicanos (Madrid y Valencia) estén ahora en manos conservadoras, pese a su corrupción y su política trifásica. Hace ahora 20 años, meses antes de la caída del muro de Berlín, Francis Fukuyama escribió un ensayo sobre el fin de la historia. El politólogo estadounidense consideró que la victoria de la democracia liberal sobre el comunismo soviético resolvía los problemas socioeconómicos dentro de las sociedades occidentales y en los países en vías de desarrollo. Declaró, además, que ya no había contradicción entre capital y trabajo. Pero Fukuyama erró, quizá porque no contaba con el aciagado liderazgo de Bush y millones de garrapatas que chuparon hasta el último céntimo de euro posible hasta que la crisis destruyó el circo que se habían montado. Ahora, no tienen otra solución que pasear por las calles malagueñas rescatando la tríada santa: despilfarro, paro y corrupción. Con estos principios, Arenas puso a Chaves contra las cuerdas en 1994. Y dos años más tarde Aznar ganó las Generales. Algunos ya ven llegar los fantasmas del pasado. A mí me gustaría que el domingo hubiese podido estar Pelliza en Málaga con lienzo y pinturas en mano. Ahora las calles pertenecen a la derecha y el cuarto estado son otros.