04 febrero 2009

VÉRTIGO

Agallas, las de Rita Borsellino, hermana del juez Paolo Borsellino asesinado, junto al también juez Giovanni Falcone, por la mafia siciliana. Esta mujer de 60 años intentó en la primavera de 2006 cambiar Sicilia, la isla afligida por la mafia y el subdesarrollo endémico. Se presentó, sorprendentemente, bajo las siglas de La Unión, de centro - izquierda, a la presidencia regional. No la consiguió, pero no tuvo miedo al vértigo. Hoy día, Rita Borsellino es líder de la oposición en el Parlamento siciliano. El fenómeno que encarna esta mujer viene de muy atrás, de cuando los asesinatos casi consecutivos de los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino (julio de 1992) pusieron al Estado italiano contra las cuerdas. En aquellos meses de 1992, justo cuando Eluana Englaro tuvo aquel accidente de tráfico que le atrapó en una vida que no vive, rugía la operación anticorrupción llamada Manos Limpias, las instituciones y los partidos tradicionales empezaban a venirse abajo y Sicilia parecía condenada a permanecer a los pies de la mafia. La muerte de los jueces y sus escoltas provocó una llamarada de indignación popular, a la que se sumó la propia Rita: abandonó su empleo como farmacéutica e inició una cruzada personal contra las organizaciones mafiosas. Borsellino tenía una causa, que era la suya propia y la del resto de Sicilia. En 1995 fue elegida vicepresidenta de Libera, una asociación antimafiosa fundada por el sacerdote Luigi Ciotti. A partir de entonces se dedicó a recorrer las escuelas sicilianas y de toda Italia para difundir un mensaje regeneracionista, como Adriano y yo nos recorrimos toda la provincia de Roma entre abril y mayo de 2006 buscando el voto socialista para Rosa nel Pugno. Borsellino adquirió notable popularidad recorriendo el país, algo que pasó inadvertido para los partidos políticos. Cuando llegaron las primarias de La Unión, Borsellino se presentó ante la sorpresa de muchos, pues no estaba afiliada a ningún partido político, es católica practicante y de ideas más bien conservadoras. El efecto Borsellino fue imparable y logró la nominación. "La mía es una candidatura de discontinuidad, un intento por acabar con una situación que se hace eterna", decía. En una entrevista realizada antes de las votaciones le recordaron que el presidente del Gobierno, Silvio Berlusconi, aseguraba que el gobierno conservador de Sicilia seguía "el camino abierto por Paolo Borsellino". Rita preguntó entonces a la periodista si Il Cavaliere no cayó fulminado al decir semejante absurdo. La entrevistadora fue rotunda: "no". "Eso es señal de que no existe ya la justicia divina", remató la candidata. Pues según parece, no. Y cuando Berlusconi anda de por medio, mucho menos. Silvio se vende como un hombre hecho a sí mismo, pero tiene un pasado oscuro. No, no existe justicia divina, pero la Iglesia sigue haciendo, redactando justicia. "El Gobierno ha sido valiente y nos ha escuchado". De esta manera revelaba la Curia, sin un sólo atisbo de pudor, su crucial influencia a la hora de convertir un asunto judicial particular en el instrumento que ha permitido a Berlusconi abrir un gravísimo conflicto institucional. Me refiero al caso de Eluana Englaro, una mujer que desde 1992 está en coma. Que se alimenta gracias a una sonda. Que respira, aunque no tiene conciencia y cuya corteza cerebral está en necrosis. Sus padres se aferran al último deseo de Eluana: morir dignamente. Pero Berlusconi ha hecho de una sentencia favorable a la suspensión de la hidratación y la alimentación de Eluana, su cruzada particular. Ante el diktat khomeinista de la Iglesia de Ratzinger, que considera un asesinato respetar la voluntad última de Eluana, el Gobierno de Berlusconi ha violado cualquier norma y procedimiento con tal de imponer la voluntad torturadora de la Iglesia jerárquica. Il Cavaliere ha decidido abrir un verdadero casus belli, declarando su intención de cambiar inmediatamente la Constitución para poder gobernar sistemáticamente con decretos - ley, saltándose los debates parlamentarios, proclamando así, abiertamente, su pulsión de dictadura. Italia entra en un periodo de emergencia democrática absoluta, más grave aún porque Europa parece no darse cuenta de la seriedad de la vocación totalitaria berlusconiana. El proceso de Eluana no tiene vuelta atrás y cumplirá su intención de morir dignamente, le pese a quien le pese. Ella no tiene vértigo a la muerte, sino a seguir viviendo en esas condiciones. Italia, sí tiene vértigo, o al menos una parte de Italia, acostumbrada ya a los excarceos de Berlusconi con el más boraz de los fascimos. Como vértigo tengo yo cuando después de toda una eternidad me escribes un mensaje. Puede que seas inmensa en mí, como pensé la otra tarde frente al mar. Pero ahora siento vértigo cuando te pienso, y siento que ya no puedo creerte como tampoco puedo creer a la Iglesia. Ni a veces a mi partido. El otro día nos visitó Bertone, el número dos de Ratzinger en el Vaticano. Repartió a diestro y siniestro y el Gobierno no hizo nada de nada. La promesa de Zapatero a los compromisarios del último congreso del PSOE ("pisaremos el acelerador del cambio, no nos van a detener") ha topado con la Iglesia de Roma, como tantas otras cosas de mi vida se han topado ya con esta ciudad. No habrá avances en la laicidad del Estado. Se veía venir desde que en la pasada legislatura, el Gobierno aumentara un 34 % la financiación de los obispos con dinero público. También aceptó entonces la renuncia de los prelados a su solemne compromiso de autofinanciarse. Resueltas tan generosamente las eternas disputas, el Gobierno pensó que el Vaticano y la Conferencia Episcopal suavizarían sus execraciones. No ha ocurrido. Roma sigue percibiendo al Gobierno de Zapatero como una amenaza de contagio sobre Europa. No habrá reforma en el viejo concordato nacionalcatólico, como pretendía el ahora desaparecido Caldera. Los estrategas del PSOE sostienen que un enfrentamiento grave con la Iglesia cuesta a su partido dos millones de votos. Es el vértigo que disculpa la luna de miel que estos días han escenificado en La Moncloa Bertone y ZP.