Podría aprender a decir te quiero en muchos idiomas, pero me bastaría con decirlo en uno sólo para que supieras que sigo encadenado a tu sonrisa. Recuerdos que no se lleva el paso del tiempo, ni siquiera ese tornado que sí ha sido capaz de desolar Málaga en cuestión de minutos. Los rayos y truenos asustaron a muchos. A mí me sonaron a una bella balada de Ligabue, acostumbrado a otras veleidades desde que no hablamos el mismo idioma, o mejor dicho, desde que hemos perdido cualquier forma de comunicación. Mis miedos son otros. Entre ellos, por supuesto, no poder aprender el perfecto axioma de un te quiero en cientos, miles de lenguas, y tener que dejar en el tintero, como si no sintiera ya nada por ti, las cosas que aún me guardo. Quizá mañana vuelvas a escuchar esa bella expresión de mis labios, o quizá pase una eternidad sin que suceda. Una eternidad, casi setenta años, lleva Maximiliana Pérez sin hablar el potón, su lengua materna. Al cumplir apenas los siete años, sus padres la entregaron a otra familia que, a diferencia de ellos, sí podía alimentarla. No hablaba una sola palabra en español. La entonces pequeña debió aprender el idioma a la vez que aprendía los oficios de la casa. Unos años más tarde, la familia que la recibió se mudó a la capital y se la llevó consigo. Cuando Maximiliana tuvo edad y valor para visitar sola su antiguo cantón en el nororiente de El Salvador, de su lengua ya sólo le quedaba el recuerdo de la sensación al hablarla y unas pocas palabras infantiles. Cuando en el país se llevó a cabo el primer estudio sobre su idioma, ya no había hablantes. Los últimos habían sido registrados a finales de los años setenta. Con el kakawira o cacaopera (otro idioma de la región) sucedió algo similar: una lengua que había estado allí desde hacía siglos desapareció en menos tiempo de lo que un ser humano tarda en nacer y morir. Con esa lengua se perdieron también las historias de esa región y su manera de entender la vida. Los pocos nombres de lugares que han quedado como testimonio de que alguna vez existió son pronunciados vez tras vez en las aulas junto a algunos lamentos por no haber sido rescatada o, en su defecto, estudiada y registrada cuando aún se estaba a tiempo. Es por ello, por lo que en ocasiones pienso que debería aprender todas las lenguas del mundo, todos los idiomas, para no dejar atrás ningún te quiero de los que guardo para ti. Mañana podría ser demasiado tarde para decirtelo. Donde nunca es demasiado tarde para los escándalos urbanísticos es en Marbella. Antes con el GIL y ahora con el PP, más de lo mismo. Resulta que ahora, la alcaldesa de la localidad, María Ángeles Muñoz, ha promovido un expediente de deslinde por el que más de 100.000 metros de terrenos pertenecientes a sociedades vinculadas a su marido, a su cuñado, a un ex teniente de alcalde del GIL y a varias empresas radicadas en paraísos fiscales se convertirían en urbanizables al pasar a formar parte del PGOU de la localidad vecina de Benahavís. Un lamentable episodio político más, y otra vez protagonizado por el PP, como los casos Fabra, Martín Serón, Totana... Afortunadamente siempre quedarán dirigentes que, como mi amigo Joaquín Esquina, alcalde socialista de Cuevas del Becerro (Málaga) denuncien los casos de apropiación indebida, malversación de fondos públicos y demás tropelías. Bravo por él, por ellos. Algo muy distinto sucede en las filas de IU, cuyos militantes y simpatizantes dieron un baño de multitudes a Cayo Lara la otra tarde en Sevilla, la ciudad del nomehadejado. IU salía a la strada en defensa del empleo, frente a la crisis y contra el Gobierno. Una falta de responsabilidad y un doble racero, porque aparte de que ni tan siquiera han propuesto una medida para paliar la crisis, un día antes habían tomado la calle para manifestarse a favor del régimen cubano. Un hecho que cubre de aprobio a una izquierda que se dice demócrata, que se llena una y otra vez la boca con las palabras derechos humanos, pero que a la hora de la verdad es incapaz de denunciar los atropellos de una dictadura. El colmo del cinismo es que haya sido precisamente el secretario de Derechos Humanos de IU uno de los encargados de llamar a la movilización, despreciando así los informes de Amnistía Internacional. Cuesta creer que la izquierda que este sábado se manifestaba en Madrid a favor de una dictadura sea la misma que se desgañita contra Israel. Quizá sea que la lengua (y la razón) del comunismo hace muchos años que se perdió y que sus integrantes, como Maximiliana, ya no recuerdan el verdadero elixir de su existencia.