En los últimos días se ha hablado mucho de varias cacerías, y en especial, la del ya ex ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, la semana pasada en Jaén. A todos nos vino a la memoria días atrás aquella magnífica película que data del albor de la democracia (1978), La escopeta nacional, dirigida por Luis García Berlanga y con guión del eterno Rafael Azcona. Bermejo, que se había convertido en la diana de todas las críticas de Rajoy en las campañas gallega y vasca, ha abandonado el Ejecutivo para no dañar los ideales y la imagen de un partido que se enorgullece de ser diferente y contar con 130 años de historia. La fidelidad a unos principios lo atestiguan. Pero estos días también salieron a relucir otras cacerías, como las de Franco, las de los Borbón o las de Fraga en pleno desastre por el Prestige. Por tanto, Bermejo ya estaba advertido de que las cacerías cortesanas son prisiones donde el ambicioso muere. Las criticas recibidas por parte del PP no supusieron más que una réplica feroz. Fue el pronunciamiento adverso del socialista canario Jerónimo Saavedra lo que inició los desmarques dentro del PSOE y, por consiguiente, la caída de Bermejo, cuya labor como sostén argumentativo del Gobierno frente al PP en el Congreso ha sido importante. Ahora comprendo a Bono cuando decía que en el partido propio hay mucho hijoputa. El caso de la dimisión de Bermejo confirma la puntería periodística de Pedro Jota, y todo ello tan sólo unas semanas después de otro tema relevante: la dimisión del presidente del Real Madrid, Ramón Calderón. Ahora bien, de la guerra cainita abierta en el seno del PP al trascender el espionaje mutuo al que se dedicaban los hombres fuertes del Gobierno de la comunidad que preside Esperanza Aguirre, del llamado Aguirregate, nada escribió. En el caso están involucrados nombres como Francisco Granados e Ignacio González, vicepresidente primero y segundo de Madrid. Los de Álvaro Lapuerta, antiguo tesorero del PP, y Luis Bárcenas, el actual, también han salido a escena. Pero claro, este tema se silencia con la intención de deformar la opinión pública y anular la capacidad del ciudadano. Y así las cosas, apareció en tropel el juez Campeador, Baltazar Garzón, reactivando la instrucción de la Operación Gürtel (Correa en alemán), un caso de cine donde una pandilla de merodeadores del poder en tiempos de Aznar exhibía toda suerte de trapacerías. En mitad de tanta cacería, llega Cayo Lara con un conejo en la chistera y nos advierte de que "el capitalismo es incompatible con la democracia" o que "Cuba es el país a imitar". La licencia única de caza para seis comunidades, entre ellas Andalucía, algo que hubiese absuelto a Bermejo de todos sus furtivos pecados, ha llegado un día tarde. Lo que no sabemos es cuando llegará la libertad y la justicia social para el pueblo cubano, a pesar de los deseos del nuevo coordinador de IU. Que sea él quien lo diga me deja tranquilo, pues estoy convencido de que este señor no habla con Dios. Más me preocupa que desde ciertos sectores de la izquierda se tenga la impresión de que el caso Correa no les ha hace ningún daño a los populares porque con su estrategia están consiguiendo que cale la idea de que ellos son meras víctimas. Sucedió algo parecido con el caso Fabra o el caso Naseiro y el PP reforzó sus resultados electorales, algo muy diferente a lo que sucedió cuando los casos de corrupción rodeaban a la izquierda. Para el ácrata Chomsky, "quien domina la información, controla también en gran medida a la sociedad". Y sólo así se explica el silencio de Pedro Jota ante un caso tan denigrante como el Aguirregate, o que a la derecha le guste moverse en medio de la controversia y el ruido constante. Ellos son los que disparan con más fuerza . Ellos tienen la escopeta nacional.