Robin Lane, profesor de Historia Antigüa en Oxford, narra de forma casi reverencial el retorno de Ulises a la casa de su padre, tras una década vagando en busca de su hogar. Es así como Lane inicia su nuevo libro, “El mundo clásico. La epopeya de Grecia y Roma”. Me ha recomendado su lectura José Carlos García Fajardo, un profesor que nos enseñó a pensar por nosotros mísmos durante aquellas tardes frías de invierno en aquel complejo de hormigón, a la postre facultad de periodismo. García Fajardo siempre ha estado comprometido con la sociedad, un placer cuyo origen desconozco. Sí recuerdo como nos hablaba de grandes imperios y grandes ideologías que el mismo ser humano ha destruido. Unas veces afanando en hacer cambios y conquistas imposibles, otras negándose a avanzar como la sociedad o los imperios e ideas adversarias. Casi hasta antes de ayer, el mundo árabe estaba años luz por delante de nuestro mundo, que en lugar de cultivar la ciencia, la astronomía y demás artes, se conformaba mirándose el ombligo y agonizando en unas bacanales que ya quisiera para sí la Hilton. Cuando alguien sucumbía a los encantos de la razón, su único premio era la hoguera, por hereje. Ahora que nosotros hemos aprendido a dar pasos hacia delante, que hemos sabido dividir la sociedad civil de la eclesial, que confiamos en la ciencia en detrimento de la sagradas escrituras, ahora, sin embargo, el mundo árabe está tan perdido como yo por estas calles de Madrid a las que creía haber dejado atrás para siempre. Como Ulises, he efectuado una vuelta a mis orígenes después de vagar por el mundo enfrentándome a cientos de peligros y adversidades. Así es la vida, y lo entenderás ahora que estás a 5.000 kilómetros de casa, en un país al que nunca soñaste deberle nada. Y sin embargo, le deberás. En Dinamarca, como en otros lugares del planeta, anochece más temprano, que es algo que suele sucederle también a muchos grandes imperios, como el bizantino, o a ciertas ideas, como el comunismo, cuyo parto definitivo fue con Marx y que sucumbió en 1989, con la caída del muro de Berlín. Y eso a pesar de que muchos se afanen en mantener viva la llama de una ideología que se ha vuelto inmoral (pues quienes la pregonan no la siguen) e improbable. El italiano Gianni Vattimo, en su obra "Ecce Comu", nos ofrece las pautas para aquellos que deciden seguir al lado del comunismo en estos tiempos de capitalismo feroz, aunque ahora muchos nos estemos apretando los machos por esta maldita crisis. Pero volverán los tiempos idóneos para el pelotazo, y se acabarán las críticas que hoy arrecían contra este maldito sistema. Hoy es 11 de septiembre y se cumplen ocho años, ocho malditos años, del ataque terrorista contra el World Trade Center. Con García Fajardo entendí que los imperios, como las ideas, crecen, se desarrollan, se estancan, decaen y mueren, en claro paralelismo con todo ser vivo. Y así fue como el 11-S fue sólo el primer atisbo de algo que termina (aunque no será ahora): la hegemonía de EEUU en el mundo. Una realidad sólo paliada ahora que, como es del gusto del público americano, un superhombre, Barack Obama, se ha erigido en el nuevo salvador de su país. La llegada de Obama a la Casa Blanca ha reactivado muchas cosas en EEUU: la economía, la retirada de Iraq y Afganistán, la aplicación de mayores políticas sociales, el final del sinsentido de Guantánamo... y a las dormidas huestes del bando conservador, ahora que se cumple un año de la Convención Republicana de Saint Paul (Minesota). Allí fue donde John McCain creyó en la victoria, donde nació el fenómeno Sarah Palin. Noqueados por la efervescencia sin fin de Obama, los republicanos discuten estos días sobre el camino a seguir para derrotar la Obamamanía en 2012. Apunten nombres como Mike Huckabee, Mit Romney, Tim Pawlenty, John Thune, Jim DeMint, el hermanísimo Jeb Bush o la mismísima Palin. Seguro que alguno más se subirá al carro de las primarias, pero sólo uno puede vencerlas. El que ya ha ganado es mi apreciado amigo Jenaro Castro, ganador del premio Antena de Oro 2009 a toda una trayectoria profesional. El galardón le ha llegado ahora que comparte cuarto oscuro con momias informativas, periodistas de pasarela y jóvenes que empiezan a curtirse. Ahora que los viejos amigos, por aquellos que se desvivió, le han dado la espalda. Cuando ya creía que su imperio se había convertido en legado, teniéndo así que dar el paso hacia atrás. Ni mucho menos. Si EEUU ha aguantado la embestida, Jenaro lo hará con todo el vigor. Los viejos rockeros nunca mueren. El tiempo, que es el que pone las cosas en su lugar, lo dirá. Y aquí seguirá este blog para contarles la vuelta de este particular Ulises a casa. Me convertiré por un instante en Robin Lane. Espero que García Fajardo me lo perdone.