El miedo es un estado fundamentalmente humano. Y aunque en otros animales tiene cabida, en el hombre se agudiza por su condición de ser racional. Se puede advertir de muchas formas: temblor, agazapamiento, reticencia, lágrimas… Al miedo no hay que temerle, es algo natural al que todos nos enfrentamos alguna vez cuando nos encontramos ante una situación de desconocimiento, tanto a un acontecimiento como al futuro, el más alejado y el inminente. Es normal, por eso, que el miedo, sobre todo, aparezca en una situación de peligro. Incluso los toreros lo padecen. Y así fue como el onmipresente Corbacho, para fomentar arrojo en el diestro, dijo a José Tomás: “nunca a una figura del toreo, y tú lo eres, lo mata un toro en una plaza grande. Todos mueren en plaza chica con toro chico”. No le falta razón al maestro Corbacho. Paquirri murió en 1984 en la plaza de Pozoblanco (Córdoba). En otro foso sin historia, Talavera de la Reina (Toledo), sucumbió en 1920 Joselito. Y fue en un ruedo sin luces ni sombras, Linares (Jaén), donde Ignacio Sánchez Mejía, en 1934, y Manolete, en 1947, perdieron la vida. Todos tienen en común su juventud y la máxima de Corbacho. A Sánchez Mejía le recordó de forma sublime Federico García Lorca. Por los demás, nadie vertió unos versos. Y es ahora cuando me viene a la memoria aquella célebre frase de un Gustavo Adolfo Bécquer que ya advertía su muerte cercana: “es triste morir joven y no contar con una sola lágrima de mujer”. El poeta sevillano tuvo tres amores en su vida, pero uno por encima de todos: Julia Espín. Como al maestro no le fue bien con ella, tuvo que torear en plazas más pequeñas hasta que un toro chico y aparentemente inofensivo se lo llevó por delante (su esposa Casta Esteban le fue infiel, algo que le hundió en la desesperación hasta los últimos días de su existencia). Mi vida no está llena de estridencias, no es maravillosa y tampoco suelo salir frecuentemente por la puerta grande a pesar de que haya nacido en la cuna del toreo. Los éxitos siempre me dieron la espalda. Sin embargo, la otra noche olvidé mis miedos, mis reticencias y el temblor que aún causan en mí tu ausencia. Y entonces Madrid ya no me pareció aquella guarida de leones agresivos y lobos solitarios. Ese lugar tenue y sitiado de antaño. Las luces de su noche más exquisita me miraron para condensar ese instante para siempre. Y vi sus ojos. Y sentí el frío de otras ocasiones. Me di cuenta que todo había sido un espejismo y que la cruda realidad seguía ahí enfrente. Volví a tener miedo pero me di cuenta de que a la realidad hay que engañarla para no sucumbir a las miserias. Y así fue como conocí a Claudia, una joven inefable que me enseñó el camino. Ella se había sacudido el miedo al descubrir esa extravagante disco en forma de barco en el centro de la ciudad. Claudia acude cada noche a uno de esos garitos a los que la moda ha arrancado su glamour. Es el refugio perfecto para alguien que quiere huir de su apellido, de su condición aristócrata y de todo aquello que rodea a sus históricos ascendientes. Ella no vacila cuando habla de política, ni le da varias vueltas al ruedo. Claudia se pone de lado de la razón y de la clase obrera, y eso te hace dudar de su condición aristócrata. Parece, sin duda, haber encontrado su sitio tras un intenso peregrinar, algo que, sin embargo, no le ha ocurrido a Pedro Solbes, que deja su acta de diputado para presidir EFRAG, el Grupo Asesor Europeo sobre Información Financiera. Meses atrás, en marzo de este mismo año, ya había dejado la Vicepresidencia del Gobierno y la cartera de Economía por su creciente rivalidad con Zapatero a causa del estallido de la crisis económica y, sobre todo, de las fórmulas adoptadas para hacerle frente. Solbes llegó a admitir ante los medios que sentía envidia de Mariano Bermejo, cuando éste, acorralado por las críticas por su famosa cacería sin licencia, puso en bandeja su cargo al presidente. Ahora Solbes ya tiene lo que quería: estar del otro lado de la valla. Lo hace ahora, justo cuando se debe votar el Presupuesto en el Congreso (unas cuentas que él no aprueba) y cuando las voces críticas comienzan a arreciar dentro del PSOE. Para colmo, los datos de la UE no son nada halagüeños: vaticinan que España seguirá en recesión a final de año y que en 2010 tendremos más de un 20 % de paro. Y es que el fantasma de la crisis no se va ni con agua caliente. El que sí se nos ha ido y se ha convertido en el fantasma más querido de la historia por los amantes del cine es Patrick Swayze, el protagonista de Ghost. Lo ha arrastrado hasta la otra orilla un cáncer de páncreas, justo ahora que el páncreas artificial está más cerca que nunca. Una fundación estadounidense ha logrado probar con éxito un sensor subcutáneo de glucosa que toma lecturas constantes y envía datos a un pequeño computador mediante bluetooth, avisando de esta forma al usuario si se detecta una hipoglucemia. Los diabéticos están de enhorabuena, ya no han de tener miedo por las consecuencias de su enfermedad (me duele no decir lo mismo a esos tres millones y medio de parados). Espero que Zapatero, que también debe de tener algún tipo de miedo, sepa encontrar una solución a esta crisis, aunque sea artificial, y sepa capear, como buen torero, la que tenemos encima. Con Solbes, o sin él. Pero con la certeza de que todo acaba. Así, con una entereza inusitada, Bécquer, en su lecho de muerte, suspiró a sus amigos más íntimos: “todo mortal”. Y seguro que entonces el poeta estaba muerto de miedo.