23 septiembre 2009

FENÓMENOS

Cada noche es una liberación. Desde la ventana de mi habitación se ven los reflejos del asfalto sobre los paseos que se abren lúcidos al viento. Cada tipo que pasa tiene un rostro y una historia. Una historia que quizá me podría ayudar a cerrar mi novela y enviarla al editor de una vez por todas. Sé que no se convertirá en un best seller, pero eso no me preocupa. Realmente, lo prefiero. Normalmente, los fenómenos literarios están etiquetados como obras de baja calidad literaria, aunque no siempre es así. Quizá, mi intención ha sido ser diferente a los demás, por eso siempre me he decantado por leer obras más intensas, aunque menos mediáticas. Los fenómenos, digo, nunca fueron mi predilección. Así fue como leí a Ruiz Zafón antes de que "La sombra del viento" lo consagrara, como ni tan siquiera olí a Harry Potter y como jamás me interesé por Reverte, Falcones, Vargas Llosa, Dan Brown o similares. Una tarde fría y gris, de aquellas que tantas veces padecí en Roma, puse la primera piedra de lo que a continuación sería un fenómeno de masas. Pero aquella tarde yo sólo quería ponerle colores a mi vida en la soledad de una ciudad desconocida. Así fue como me bajé del autobús en Largo Argentina y entré en un gran negocio decorado en un rojo pasional que resultaba perfecto para mi desahuciada moral. En la libreria Feltrinelli busqué y busqué hasta encontrar un libro con título sugerente. Ya saben, algo original y un poco romántico. Aún nada había del efecto Moccia. Naturalmente, compré "Tres metros sobre el cielo", la primera novela de Moccia. A España llegarían antes sus dos obras posteriores, fruto del negocio en que estos días están inmersas las casas editoriales. Cuando leí a Moccia, éste no era aún un reconocido escritor, sino, quien sabe, me hubiese perdido una de las historias de amor más bellas de la literatura actual. Rehuso de leer lo que leen los demás. Pero estos días de sensaciones reencontradas e ilusiones recobradas ha llegado hasta mí el libro que en las noches de soledad y melancolía apaga tus fuegos. Hablo de la triología de Stieg Larsson, que nació en Suecia y al que quizás te hayas entregado por ese aire escandinavo que tiene todo lo que te rodea. La viuda de Larsson nos ha descubierto estos días de citas a escondidas (tuenti es un arrojadizo arma de infidelidades) que el autor de esta sensacional saga presenció una violación y que, por ello, siempre se sintió culpable. Algo similar debería sentir Luis Bárcenas, ahora que el Senado ha aceptado su suplicatorio y lo ha puesto a disposición del Tribunal Supremo. Se enfrenta a los delitos de cohecho y delito fiscal por su relación con la trama Gürtel, que tan generosos dividendos ha repartido entre la pléyade popular, entre esos incorruptibles que profesan la doctrina férrea de los legionarios de Cristo, pero, eso sí, sólo para los demás. Pobre del mísero que robe una gallina, porque le caerá encima todo el peso de esta justicia tan especial que disfrutamos. Eva Gabrielsson, viuda de Stieg Larsson, a pesar del gran éxito de las obras de éste, no nadará en la abundancia. La editora de Larsson, su padre y su hermano, han sido los beneficiarios de su herencia. A Eva no le corresponde nada material (nunca contrajo matrimonio oficialmente con Stieg). Pero Eva dice tener algo más grande que los herederos legítimos: las experiencias compartidas con él. No será una experiencia muy agradable la próxima cena de nochebuena en el hogar de los Pajín Larrea. La madre, concejal del Ayuntamiento de Benidorm, ha levantado la voz a su hija, Leire, secretaria de organización del PSOE. Se pondrán de uñas cuando tengan que recordar la llegada de los socialistas (ex socialistas ya) a la alcaldía de Benidorm. Copiaron el modus operandi de Eduardo Zaplana, que en 1991 también utilizó un tránsfuga en su ascenso al poder, de forma que los populares no podrán ser demagogos esta vez. Pero para una historias novelesca yo elegiría el mandato de Manuel Zelaya en Honduras. Al menos, sus últimos días. El derrocado presidente ha intentado volver a su país de mil formas. Lo acaba de hacer de una manera peculiar: refugiándose en la Embajada de Brasil. Roberto Micheletti, actual dirigente hondureño, ya ha pedido a Lula que le entregue a Zelaya. Bárcenas, de momento, no tendrá que refugiarse. Otros, sin embargo, necesitamos hacerle cada poco, después de ver volar un universo de pájaros. Quizá la historia más bella que pueda escribir esté en tus ojos. Y como, más pronto que tarde, tu mirada volverá a divisar los alegres amaneceres que se levantan sobre el Castillo de Gibralfaro. Esta historia no me la robará, aunque pudiera, Stieg Larsson para un nuevo best seller. La viviré en primera persona y seré el narrador si así tú me lo permites. Será el fenómeno más grande jamás contado. Y ya no podré decir que detesto los best seller.