No hay idología que no se haya sensibilizado con el pueblo palestino estos días de drama y miseria globalizada. Así, la señora Buffet (secretaria general del Partido Comunista Francés) y el señor Besancenot (líder de la Liga Comunista Revolucionaria) tras un largo y abrupto periodo de distanciamiento, se unieron en la cabeza de la manifestación contra la operación israelí en Gaza celebrada en París. A ellos unió su voz Jean - Marie Le Pen, líder de la ultraderecha francesa. Algo similar sucedió en otras capitales europeas, excepto en Madrid, donde el PP aún no se ha pronunciado sobre el desproporcionado ataque hebreo. Pero estas marchas no pararán las bombas y los sufrimientos de los palestinos, que desde la finalización de la II Guerra Mundial vienen padeciendo la usurpación de su territorio en contrapartida de la causa hebrea, a los que se ha hecho mártires desde que sufrieron el Holocausto, según Musa Amer Odeh, el representante palestino en nuestro país. El diplomático palestino califica de "crimen contra la Humanidad" las actuaciones del gobierno judío, que en esta nueva ofensiva ya ha asesinado a un millar de palestinos, por lo que se está, dice Amer Odeh, persiguiendo a un pueblo. Se hace desde que se inventaron ese absurdo compromiso que es la Declaración Belfour. En 1917, el entonces ministro de Exteriores británico, Arthur Belfour, declaró su apoyo a la instalación de un Hogar Nacional Judío en Palestina (bajo protectorado británico), a pesar de que años antes, en 1905, siendo primer ministro, se opuso a la inmigración judía en Gran Bretaña. Desde entonces muchos han sido los pasos dados y todos hacia la misma dirección: hacia la integración de los judíos en una tierra que no les pertenece. Primero con milicias como Haganah, un brazo armado de la Agencia Judía, responsable de atraer judíos a Israel. Y luego con los kibbutzim, colonias agrícolas de orientación socialista a las que perteneció, entre otros, Isaac Rabin. El número de judíos en tierras palestinas se estableció en un número determinado (en torno a unos 50.000), pero la cifra creció debido a la persecución de los hebreos por la Alemania nazi. Años más tarde, los británicos vieron amenazada su hegemonía en la zona porque el número de ciudadanos árabes aumentó debido a los altos índices de natalidad y a la inmigración. Para contener esa amenaza, a principios de los años 40 comenzaron a vender la moto de crear dos estados independientes en Palestina. Así, comenzaron a llegar judíos en masa a la zona y a comprar, con dinero recaudado en colectas, tierras palestinas a los árabes de Beirut o París, a quienes bien poco importaba la suerte de sus arrendatarios: los fellahin o campesinos palestinos. La intensificación de los combates anti-británicos supuso que Londres sometiera el problema palestino a Naciones Unidas en noviembre de 1947. Un comité especial recomendó la creación de dos estados, quedando Jerusalén bajo autoridad internacional. Ambas partes aceptaron la propuesta. La Guerra Fría y un cúmulo de situaciones fue decisivo para la creación de Israel, mientras el Estado palestino quedó siempre en el olvido, o en el descuido. Las milicias sionistas comenzaron a expulsar en masa a los palestinos de las grandes ciudades y de las tierras que habían trabajado en el campo. Bajo el argumento de un ataque árabe, las milicias judías perpetraron en abril de 1948 la horrible matanza de Deir Yassin, una aldea donde todos los habitantes fueron asesinados por Irgun, un grupo extremista dirigido por Menahem Begin. Un mes después, el Alto Comisionado inglés se retiraba de Palestina y David Ben Gurión proclamaba el Estado de Israel. Los ejércitos de Jordania, Siria, Egipto, Iraq y Líbano atacaron de inmediato. La guerra terminó en enero de 1949 e Israel obtuvo un 40 % más del territorio del que se le había otorgado en el plan de partición. Comenzó entontes un periodo negro que continúa hasta nuestros días. De nada valen las numerosas resoluciones ni las buenas intenciones de la comunidad internacional. A cada ataque terrorista desde Gaza o Cisjordania le sigue una respuesta indiscriminada del ejército judío, porque quien la padece es la población civil. Otras veces los gobernantes hebreos deciden atacar porque las encuestas en intención de voto les son contrarias. En otras ocasiones ni siquiera existe una excusa. Ahora quizá sí. Una de las lógicas que explica la ofensiva israelí en Gaza, según los expertos, es la voluntad de Tel Aviv de asestar un duro golpe a Hamas antes de que el presidente Bush abandone la Casa Blanca. Pero a pesar de su actual silencio, el establishment israelí no debería temer la llegada de la nueva Administración, pues todo parece indicar que también va a encontrar en Obama un aliado. Entre las señales que deberían aliviar inquietudes figura el nombramiento de Hillary Clinton como secretaria de Estado. Hillary no sólo cuenta con una impecable hoja de servicios a la causa israelí como senadora, sino que fue quien utilizó una mayor dureza en la campaña electoral al referirse al régimen iraní. Para AIPAC, el lobby israelí por excelencia, Hillary era su favorita a la presidencia de EEUU. Pero quien mayor confianza genera es el jefe de Gabinete de Obama, Rahm Emmanuel, pues su vinculación con Israel es personal y directa. Su padre nació en la Palestina aún ocupada por los británicos y fue miembro del Irgun, ese famoso grupo terrorista que culminó la atrocidad de la matanza de Deir Yassim y que cometió el atentado en el Hotel Rey David, en el que murieron 91 personas. Incluso Obama tuvo que retractarse de la frase "nadie ha sufrido tanto como el pueblo palestino", para acabar explicando que en buena parte, la causa de ese sufrimiento eran las decisiones de los líderes palestinos. Pero su matización no fue suficiente y Obama se pasó el resto de la campaña lanzando guiños a Israel y al lobby judío. Así resulta que Ehud Olmert, primer ministro israelí, puede presumir de haber conseguido que EEUU se haya abstenido en la votación de la ONU para exigir un alto al fuego en Gaza. Lo hizo telefoneando a Bush mientras éste daba una charla en Filadelfia. Lo sacó del atril, le hizo ir a otra habitación y le espetó un "no puedes votar la resolución 1860 de Naciones Unidas". Bush respondió desconocer el contenido, pero maniobró para que Condoleezza Rice no votara a favor, como pretendía. La secretaria de Estado recibió la orden y quedó tan avergonzada que se abstuvo. Rice callaba mientras en las marchas europeas se escuchaba vociferar "muerte a los judíos", un odio hacia el pueblo hebreo que siempre ha existido, quizá, sin razones, sin fundamentos. En Palestina se sienten respaldados por la comunidad internacional, pero también están angustiados porque las soluciones nunca llegan. Por una parte, se obligan a la resistencia (piedras contra tanques), a la venganza y a la reconquista. Estos días, cuando las bombas les dejan y ante la imposibilidad de encontrar ayuda humanitaria porque los judíos truncan todos los envíos, salen a la calle y deambulan por ella vociferando una insulto que a veces se convierte en consigna: "kelevra", que significa perro judío. Por otra parte, se obligan a la moderación y con una admirable sangre fría, intentan preservar las oportunidades de cohabitación del mañana. En la televisión nos han bombardeado estos días con imágenes de la inclusión del ejército israelí en Gaza, o bien de los bombardeos que está padeciendo la ya sufrida población civil palestina. Mientras, los gobiernos del mundo y los representantes de la ONU hacen el paripé. Cuando un deportista opta por no quedarse parado ante tales injusticias, entonces si aparece el político de turno para castigar firmemente los desmanes y la desmesura de su mensaje, como si las palabras o los gestos dañaran más que las bombas. Y así sucederá que Fréderic Kanouté, delantero del Sevilla FC, tendrá que pagar una sanción de 3.000 euros por inmiscurse en un tema político. Pero claro, aún hay quien no sabe diferenciar entre poder y humanidad.