Aquel verano queda ya muy lejos. Cuando lo recuerdo, siempre echo de menos algún detalle de aquellos días. Acababa de terminar segundo de periodismo en la facultad. Había intentado acceder a un trabajo en una radio que iba muy acorde con mis ideales, pero quizá mi acento andaluz, quizá una mano inocente, quizá el destino, o un poco o nada de todo, me dejó colgado en el abismo, así que llené la maleta con mis exiguas posesiones en la capital y me dirigí de nuevo al sur. De camino a casa, con todo un verano por delante y la fugacidad latente de los 20 años, recibí una inesperada llamada telefónica de una señora que decía llamarse Paloma. Y así comenzó mi relación con la Agencia EFE, que ahora cumple 70 años. Siete décadas informando en las que ha pasado de la máquina de escribir a la más novedosa y precisa de las tecnologías. Llegué a la que hoy es la cuarta agencia de noticias del mundo, la primera en lengua castellana, de la mano de mi profesor José Ángel Castro Savoie. Poco después de mi llegada, José Ángel dejaría de ser director de la agencia para ocupar la jefatura de la sección de Reportajes, donde meses más tardes recalé. Todo periodista debería haber pasado alguna vez por esa casa, donde cada rincón es un trozo de historia. Dicen que EFE nació en la ciudad de Burgos en 1939 en medio de una tempestad de balas y como voz oficial del franquismo. En realidad, el origen de EFE hay que buscarlo mucho más atrás en el tiempo, concretamente en 1865, fecha en la que nace el Centro de Corresponsales promovido por el periodista Nilo María Fabra. Fue ésta la primera agencia de noticias que existió en España, germen de la posterior Agencia Fabra. EFE abrió en 1940 su primera delegación. Fue en Barcelona. Lo señalo porque en la actualidad sería impensable, ahora son momentos de palabras cruzadas, de letras revólver y colegios que se miran el ombligo por decisiones político - nacionalistas. Todo lo contrario a la Cataluña actual sucedió en la década de los 60 en América, donde EFE fue introduciendo sus servicios bajo el lema El idioma nos une. La renovación tecnológica vino después, pero no de golpe. Yo fui testigo. Hoy, la agencia que me formó para la profesión (y para la vida) está presente en 181 ciudades de 120 países; cuenta con una plantilla de 3.000 profesionales de 60 nacionalidades; distribuye tres millones de noticias al año a través de diferentes soportes y suministra información diaria a más de dos millares de medios de comunicación en todo el mundo, ya sea en castellano, portugués, inglés, árabe o catalán, idiomas que utilizan los redactores de la agencia. Pero, EFE no sólo se ha encargado durante estos 70 años a contar noticias. Según el periodista Víctor Olmos, la agencia ha contribuido también a "difundir una mirada española del mundo". Ahora, la mirada española, también la del resto del mundo, se centra en la destrucción de Gaza y el terrible holocausto contra el pueblo palestino. Nadie alza la voz para defender a esos pobres inocentes del ataque de las bombas. Allí, bajo el fuego y los escombros en los que se sumerge la franja, están los periodistas, una profesión que también soporta los proyectiles de una guerra, ésta aún más cruda: la del capitalismo, que arrasa como un lobo feroz lo que encuentra a su paso. Allí, en Gaza, decíamos, también están los periodistas de EFE para trasmitirnos lo que sucede en un lugar remoto donde parece que llevan toda la eternidad matándose. La agencia no había nacido aún para informar sobre los primeros conatos de revuelta antisionista de comienzos del siglo XX, cuando Palestina aún pertenecía al Imperio Otomano y el poeta Nazim Hikmet era aún un niño que aprendía a escribir en la entonces también otomana Salónica. Desde entonces, la violencia en la zona no ha cesado. En los años 20 y 30, se agravaron bajo el mandato británico. En 1948 se fundó el Estado de Israel y se desató la primera guerra de Oriente Próximo. En 1967, el Ejército hebreo ocupó Cisjordania y Gaza, además del Golán sirio y el Sinaí egipcio. En 1988, la OLP reconoció a Israel nada más desatarse la primera Intifada. Explotó otra en el año 2000. Pero si se escucha esto días a los líderes políticos israelíes, da la impresión de que el conflicto comenzó en septiembre de 2005, cuando un general israelí cerró el candado en el paso de Kisufim, en la frontera con la franja, tras la evacuación de los colonos. "Nos retiramos de Gaza y como respuesta nos disparan cohetes". Es el discurso que los dirigentes hebreos repiten hasta la saciedad. Pero la realidad es distinta, y de advertirlo no se encarga EFE ni ninguna agencia o ente político del mundo: Israel sigue siendo la potencia ocupante. A la franja no se le permite abastecerse de cuadernos para las escuelas o de agujas para coser. Tampoco de gasolina o de materias primas imprescindibles para el desarrollo de cualquier economía. Los pesqueros sólo faenan a tres millas de la costa. Además, nadie (estudiantes extranjeros, enfermos que no pueden ser tratados allí...) abandona el territorio sin permiso israelí. Y, ya vemos estos días lo evidente: quien controla el espacio aéreo. Ni el robo de las tierras para la colonización judía ni la construcción del muro se han detenido. Tampoco los controles militares y los cortes de carretera, que crecen por mucho que florezcan procesos de paz. Los muertos, inocentes o no, ya no interesan a nadie. Mientras Gaza yace, la ONU y numerosos países se marcan como objetivo el cese de las hostilidades (de los ataques de las milicias hebreas, más bien). Y lo hacen con bellos discursos, con imágenes cargadas de sensibilidad y simbolismo, con propósitos alentadores. Pero todo sigue igual desde ese lejano 1948: días de violencia inusitada, cazabombarderos y artillería machacando sin contemplaciones. Aunque para Ehud Barak, ministro de Defensa israelí, "Israel es un Estado que busca la paz". Lo repiten desde hace décadas los ministros hebreos. Lo afirmó Isaac Shamir hace más de 20 años. No cederemos, dijo, ni un centímetro de tierra. Una paz sin concesiones. La misma que una mitad de España sigue pidiendo tres décadas después de la muerte de Franco. Sus parientes cercanos siguen durmiendo cada noche fuera de casa, en un lugar lúgubre, en mitad de una carretera o de un paraje inhóspito, y en ocasiones hasta en un lugar desconocido. Piden justicia. Cuando leen las crónicas que el periodista de EFE hace desde la franja de Gaza, el cielo, como a los palestinos, se les cae a pedazos. Pasan los años y descubres que cualquier intento de mejorar fue sólo una utopía. Y piensas en el breve tiempo que te queda sentado frente a este maldito ordenador, el mismo que te da para llevarte un triste trozo de pan a la boca. Y a veces, ni eso. Pero te consuelas pensando en el camino recorrido y en que los niños palestinos nunca tendrán esas mismas oportunidades. Te lías la Kuriya al cuello y esperas que pase la tempestad mientras observas como nada ha cambiado con el nuevo año, excepto la normativa vaticana. El Papa ha entrado en 2009 con fuerza al dejar sin efecto el Tratado de Letrán (firmado en 1929), por el que se aplicaba en el Vaticano el ordenamiento jurídico italiano de forma automática. El anuncio se hizo por sorpresa el pasado 31 de diciembre en un artículo publicado en el diario L´ Osservatore Romano por el presidente de la Corte de Apelación del Estado de la Ciudad del Vaticano, el español José María Serrano Ruiz. Al conocer la noticia, el ministro italiano para la simplificación legislativa, el siempre polémico Roberto Calderoni, se quejó que el Vaticano no hubiese hecho este cambio cuando gobernaba la izquierda. Pero parece que la decision de Benedicto XVI está motivada por la reciente decisión del Tribunal Supremo de Italia de permitir que se deje de alimentar a la joven Eluana Englaro, en coma desde hace 16 años. Para los analistas vaticanos, la decisión del Estado pontificio responde a hechos como la legalización del divorcio. Y también como medida preventiva, al adelantarse a futuras leyes sobre la familia o al reconocimiento de las parejas homosexuales. Sería bueno que así fuese, de esa manera la antigua senadora comunista transexual y defensora de los derechos de los homosexuales, Vladimir Luxuria, no tendría que participar (y ganar) reallyties ni convivir en una isla de falso famoseo alejada de toda civilización para demostrar a toda Italia que los homosexuales existen en ese país y que también sienten y padecen. Quizá en Palestina, muchos se matarían por sacar un billete a ese lugar alejado de toda civilización. A veces es mejor perderse. Carecer de leyes. O mejor, de noticias. Eso, ya que uno no puede borrar su historia y sus debilidades.