El cruce fronterizo de Erez se ha vuelto a abrir este viernes. No, no se han detenido los ataques en Gaza. Tampoco se abre para suministrar víveres y medicinas a la población. Los únicos que han pasado por Erez han sido los 400 extranjeros que viven en la ciudad. Un número algo inferior a las víctimas mortales que ha dejado ya este nuevo abuso de poder. La historia de la confrontación entre israelíes y palestinos vuelve a ofrecernos un nuevo episodio de la célebre batalla bíblica entre David y Goliat. Pero en esta ocasión, la batalla no tiene final ni el ganador es el más débil. Muchos israelíes tienen la sensación de que los muros (y la Historia) les tienen encerrados dentro de su Estado a los 60 años de su fundación, la misma sensación que ya tenían a principios de junio de 1967, justo antes de que Israel desencadenara la Guerra de los Seis Días y destruyera los ejércitos de Egipto, Jordania y Siria en el Sinaí, Cisjordania y los Altos del Golán. De nada han servido estos más de cuarenta años de balas y bombas cruzadas. Todo sigue igual en esa parte del mundo. Como igual sigue en esta otra. Las taciturnas esperas, las ausencias interminables, los deseos volátiles, las enfermizas ilusiones... Te das cuenta que pasa el tiempo y de que no eres nadie, pero que has sido todo. En estos días de agudizada reminiscencia recuerdas a quienes ya no están, a quienes te vieron crecer, a quienes viste envejecer... a los que no. Recuerdas como dejaste por primera vez tu hogar para buscar un futuro mejor y como ese futuro jamás llega. Recuerdas el llanto de los que te quieren cada vez que partes, o cuando vuelves. Y te recuerdas a ti mismo mirando diferentes paisajes de camino a Madrid por la ventanilla de un tren a más de 200 kilómetros por hora. Tienes ganas de llorar, pero no lo haces. Hay períodos en el año en los aflora la nostalgia. Éste es uno. Termina un año y es como si terminara una vida. Crees que lo que queda atrás está muerto, muerto para siempre. Pero no. Los recuerdos vuelven, te atrapan. Te ahogan. Son el peaje que tienes que pagar. Da igual que sean tiempos de crisis o no. Estos días, la sociedad americana volverá su mirada hacia la toma de posesión del Presidente Roosevelt. Más recuerdos, porque ahora, como entonces, el sistema bancario está en quiebra. El país siente que sus instituciones no sólo le han fallado, sino que incluso les han estafado, igual que en 1933. Hoy, la tasa de paro en EEUU no llega a la tercera parte de la que había cuando Roosevelt juró el cargo. Sin embargo, en estos momentos el país viveVmarcado por dos situaciones que muchos ciudadanos juzgaban inevitables: la llegada de un negro a la Casa Blanca y la suspensión de pagos de General Motors. La crisis de General Motors simboliza el reto de Obama: salvar a EEUU y preservar su fuerza económica, que es la clave de su poder político en el mundo. Y eso exige modernizar el legado de Roosevelt. Pero Obama no puede, ni quiere, reinventar EEUU (como yo no quiero reinventar el amor a pesar de tu ausencia). El New Deal de Roosevelt fue una amalgama de políticas basadas en incrementar el peso del Estado en la economía, para lo que se siguieron las teorías del economista británico John Keynes, y de armonizar la actuación de los agentes sociales. Para ello el entonces Presidente jugó muchas bazas. El llamado primer New Deal, lanzado justo después de su jura del cargo, tenía elementos del fascismo italiano, con su búsqueda de la cooperación entre sindicatos y empresas. El segundo New Deal, que llegó en 1936, tenía clara influencia socialista, al promover la afiliación obligatoria a los sindicatos y lanzar una masiva oleada de obras públicas para industrializar desde arriba. Obama, con su plan de inversiones masivas en infraestructuras, propone un pequeño New Deal. Pero el país que va a gobernar es diferente al que heredó Franklin Delano Roosevelt en 1932. Mientras tanto, en España, el Banco Central y el ministro de Economía, Pedro Solbes, anuncian la recesión que sufrimos. La subida del precio de los servicios me ha pillado por sorpresa, toda vez que suben muy por encima del IPC. Y mientras tanto, se siguen barajando nuevos modelos para la financiación de las comunidades. Parece que el Estado va a ceder hasta el 50 % del IRPF y de los impuestos especiales a los gobiernos regionales, aunque ya veremos como al final faltará dinero para abordar, por ejemplo, la Ley de Dependencia, a cargo de las comunidades. Siempre pagan, pagamos los más pobres. Ya no habrá Impuesto de Patrimonio. Ganan los ricos, otra vez. En la vida real suele vencer Goliat. Al menos comienza un nuevo año y con él llegan nuevos retos. Entre ellos está el de cerrar una herida que ya no sangra, pero que sigue viendo pájaros donde no los hay. Y como no, no seguir siendo tan torpe a la hora de buscarte. En 2009 las palabras se convertirán en una esperanza que se llevará el viento... o que dejará aquí, recostada junto a los demás recuerdos. Las bombas siguen cayendo en Gaza. Pero no destruyen los recuerdos. Quizá haya una forma mejor de solucionar los problemas.