2008 tendrá un segundo más que cualquier otro año, lo cual servirá para ajustar el calendario al movimiento de la Tierra, cada vez más cansada. Y tenía que ser en 2008, nada más y nada menos. En un segundo pasan muchas cosas. De eso saben mucho Usain Bolt, que registró el record del mundo de velocidad en los pasados JJOO de Pekín. O el Niño Torres, que en un sólo segundo pasó de la ignonimia a la gloria al marcar el gol que valió la segunda Eurocopa para España. Lo sabe Oscar Pistorius, el atleta surafricano al que le faltan las dos piernas, que por menos de un segundo no logró la marca mínima para participar en los JJOO. También lo sabe Contador, que ya ha ganado las tres grandes vueltas ciclistas. Y también Nadal, o Michael Phelps, que en un segundo se juegan el infierno o la gloria. El año que termina ha sido exitoso para el deporte español, ensombreciendo así la crisis económica, social, moral, política y afectiva que padecemos. Se va un año que ha dejado abiertas multitud de heridas irascibles que ya nadie nunca podrá cerrar. Y ahora que llega el 2009 me propongo, como todos, una nueva vida. Los neurólogos explican que los cambios de nuestra conducta son un negociado que depende del córtex prefrontal y que cuando afectan a hábitos muy arraigados son lentos y trabajosos. Quizá esa sea la explicación por la que sigues ahí, martirizando mis días y mis noches, como un recuerdo diáfano al que ya no puedo abrazar ni susurrar palabras de amor, porque ha temido que los pájaros le impidan ser feliz con tanto ajetreo, con tanta partida hacia lugares remotos. Pero el "Paraíso Perdido nunca estuvo atrás. Quedó adelante", aseguraba Guillaume de Poitiers. Tengo claro que el que no arriesga no gana. En 2008 han caído, como árboles cansados, las tardes muertas en el laghetto EUR. Tardes de pizza compartida, de conciertos de Ligabue improvisados en la radio de tu Fiat Punto gris. Aquel coche que me llevó lontano una tarde de mayo, cuando me lanzaste hasta el abismo al abandonarme en aquel sombrío aeropuerto de Fiumicino, cuyo billete de partida aún mantengo y que hasta ahora es el último pasaje en avión para mis huesos. No soporto la idea de subirme de nuevo en uno de esos pájaros gigantes (compréndelo, a ti te daban miedo los pequeños) y enfrentarme a tus recuerdos. De enfrentarme a esta realidad que me pide que te quedes y que al mismo tiempo te odia. Un segundo cambia muchas cosas en la vida. Cuando descubrí aquella foto en el restaurante Mamma Mia de Teatinos, en Málaga, supe que nuestro tiempo había pasado, que ahora era el momento de mirar hacia delante. Ese será mi mejor propósito para el año que comienza. La foto en cuestión es "Una chica americana en Italia", captada por Ruth Orkin en Florencia, donde conoció a Jinx Allen, una estudiante de arte americana. Fue en un viaje veraniego por el país transalpino, tras una gira con la filarmónica de Israel, ese país siempre tan de moda. La imagen apareció por primera vez en 1952 en la revista Cosmopolitan, después de ser rechazada muchas veces por revistas similares. La fotografía retrata a una joven arrogante, resentida y con cierto orgullo vanidoso. Y es que ser una belleza en Italia durante el reinado de Silvana Mangano tenía que ser un triunfo difícil. La imagen también me recueda a un poema de Paul Blackburn llamado "The Once-Over", en el que se describe la tensión que genera la presencia de un pimpollo reventón en un vagón del metro en Nueva York camino de Brooklyn. En cierta medida, la foto es un símbolo de la ruptura que Orkin protagonizó con su entorno. Hija de actores, Orkin creció en Hollywood entre los años 20 y 30. Cuando en la década de los 40 llegó a ser la fotógrafa de la revista Life, documentó lo que veía desde su apartamento frente al Central Park.: el cambio de las estaciones observados desde su ventana. Y yo siento que esta estación de mi vida está pasando. Dicen que la vida cambia en un segundo. Yo he necesitado todo 2008 para organizar mis pensamientos, mis sensaciones. Aún así, quedan muchos frentes abiertos. Mientras siga sufriendo significará que existo. Porque hay cosas que nunca desaparecen. Como el eterno enfrentamiento entre ísraelíes y palestinos. Como tu recuerdo, que no se va ni con la desesperación de los tanques ni con la temeridad de las bombas. Gaza se somete a un nuevo infierno. Dante resumiría ese dolor en un segundo. Justo el tiempo que tardaría yo en borrar 2008 de mi mente. Pero resulta que la Tierra, como nosotros, envejece y este maldito año durará un segundo más. Lo que tardó Orkin en captar su famosa fotografía. El segundo que siempre nos faltó. Un segundo más. Sólo uno.