24 enero 2009

LA CHICA DEL ALA ROTA

En ocasiones me siento como Phil, el protagonista de El día de la marmota. Phil es el hombre del tiempo de una cadena de televisión estadounidense que un año más es enviado a Punxstawnwey a cubrir la información del festival de la marmota. En el viaje de regreso, Phil y su equipo se ven sorprendidos por una tormenta que les obliga a regresar a la pequeña ciudad. A la mañana siguiente, al levantarse, Phil escucha en el radiodespertador el mismo programa que la mañana anterior, viéndose atrapado en dicho día. Y así sucesivamente los días posteriores. En mi caso es algo distinto, pues sólo me siento atrapado en sueños. Siempre la misma imagen: tus ojos, el Coliseo y un telón que se cierra, como en el teatro. Pienso en aquel preciso instante en el que nos volvimos a ver. Eran las doce de la mañana de un 11 de mayo como otro cualquiera. Tú me esperabas en la salida del metro Coliseo. Yo pensé que de pronto las nubes habían dejado paso a un día soleado y corrí a abrazarte. Pero tú diste un paso atrás y entonces supe que te habías evaporado, que te había perdido para siempre. No quedaron en pie esperanzas ni otros mundos donde evadirse, porque tú eras mi evasión continúa. Comprendí que la vida es dura, que a veces perdemos las alas y que hay que tratar de recuperarlas. Si mis miedos y miserias giran alrededor de esa película compleja y subvalorada dirigida por Harold Ramis, tú también crees tener una peli, y hasta una frase que es el centro de tu diana favorita, tanto que te gusta sufrir por causas perdidas como si la vida no nos diera la oportunidad de reinventarnos. Siete almas constituye un silogismo perfecto con tu actual situación. Te gustaría tener un ángel de la guarda para ti sola, chica de frágil corazón, pero sólo tienes un poeta imberbe que te lanza versos por la red, porque él si cree que eres su ángel de la guarda y se lanza en tu busca como los hombres 007 del consejero Granados y de la delicada Esperanza persiguieron a Alfredo Prada, Juan Carlos Fernández y al vicealcalde Cobo. La lucha por el cetro de Génova fue más allá de lo que pensamos, pero aquí nadie dice nada, nadie dimite y todos miran para otro lado. Es una de las tramas más graves de la historia política de nuestro país. Un escalofrío recorre mi mente: "si el mundo está vacío, ¿quién eres tú?" Me lo llevo preguntando, como en su día hizo Manolo García, estos últimos días, ahora que la pobreza y el desarraigo ante la vida entran por debajo de mi puerta. Y yo, que creí haberlo vivido todo y prometí no sucumbir a las apariencias, me encontré arrojado a ese lugar donde las batallas ante la ignominia sólo se ganan con un único arma: la ilusión. No digo esperanza porque las pelis policiacas, como las que estos días estrenan los cines madrileños, nunca fueron mi fuerte, ahora que estoy entregado a la causa cinematográfica y quiero encontrar paralelismos entre el cine y cada una de mis experiencias vitales. Pero no, la vida nunca es de cine y a cada cual le toca aguantar lo que le llega. Demasiado tiempo aguantaron desafiando a la vida los presos de Guantánamo. Nadie mejor que ellos para lamentarse de haber perdido las alas. Pero sí, te entiendo cuando me susurras al oído que te sientes como un ave de paso, porque en el amor las distancias son mundos, los silencios puñales fríos que se clavan por la espalda y las esperas ausencias disfrazadas de relojes de pared. Pero no te entristezcas, siempre hay un trabajo esperando a un desempleado a la vuelta de la esquina (Corbacho asegura que no llegaremos a los cuatro millones de parados) y un caramelo para el niño que llora en nuestros brazos. Hasta rincones perdidos donde se sumergen los olvidos por falta de atención, igual que algunas tierras ibéricas caen en la desmemoria de sus pobladores cuanto éstos las abandonan. Los caminos y veredas que hasta no hace muchas décadas unían pueblos y vecinos y atravesaban montañas se ven relegados por falta de uso. Como el amor. Yo lo descubrí aquel mediodía frente al Coliseo. Al menos, me tocó sufrirlo en un lugar único. Allí se quedaron mis alas rotas y ahora el cielo constantemente me parece un precipicio.