En los lugares más plácidos que imaginemos seguro que existe un trocito de odio que nos resultaría imposible vislumbrar. Igual sucede en los lugares más tenebrosos con el amor. Nada es fielmente lo que parece. Por eso yo siempre digo que ni soy tan bueno, ni soy tan malo como parezco. Incluso la temible mafia tiene su lado amable. Lo descubrí en aquella secuencia de bellas imágenes y anécdotas que retrata la saga de El Padrino. Roberto Saviano, autor de Gomorra, el libro que nos descubre el mundo de la mafia y que recientemente ha sido llevado al cine, no es el primer escritor que recibe la llamada y las presiones de camorristas y ´ndrángheti. Algunos se llevaron un susto, otros una alegría. Un misterio, un caso difícil y un nombre inesperado encabezan la lista. El misterio es el de Pier Paolo Pasolini, italiano del norte, comunista, de clase media, cineasta, poeta y homosexual. Osea, alguien lejano del crimen organizado. Hasta que empezó a escribir en el Corriere della Sera. Uno de los temas de la actividad periodística de Pasolini fue la complicidad entre la mafia y la clase política italiana. Así fue como a finales de los años 70, el director anunció que se iba a dedicar a investigar esas conexiones. Lo siguiente fue una entrevista en la que Pasolini anunciaba que la mafia iba a asesinarlo. Tres semanas después, el cineasta apareció asesinado en una playa de Ostia, a unos 20 kilómetros de Roma. ¿Un asunto de chaperos? ¿Una conspiración político-criminal? ¿Un desencuentro amoroso? Nunca quedó claro. Pero ahí permanece, como Elvis. Pasolini, santo y seña de Italia, el país de la creatividad. Un caso más difícil en cuanto a relación con la mafia es el de Leonardo Sciascia, novelista e intelectual siciliano, hombre de talante intelectual, elitista y pionero en la denuncia contra el crimen organizado. La Sicilia, il suo cuore (1952), puso a Sciascia (que por entonces militaba en el partido comunista) en el punto de mira. Poco después escribiría uno de los mejores ensayos sobre el caso de Aldo Moro. Para entonces, ya era diputado del Partido Radical (qué grandes momentos de gloria aquéllos de 2006, cuando radicales y socialistas formaban la coalición de Rosa Nel Pugno y yo me desvivía en mi exilio romano por sus ideas). Lo extraño es que, por entonces, cuando la resistencia contra el crimen organizado ya calaba en el sur de Italia, Sciascia despreció esa iniciativa e injurió a héroes antimafia como el juez Borsalino. ¿Y el nombre inesperado? Existe cierta tradición de artistas y escritores criados dentro del crimen organizado que reflejan la realidad de estos clanes. Sucede con el propio Saviano, aunque el caso más conocido es el de Mario Puzo, el novelista de la saga de El Padrino. Puzo, que creció en lo peorcito de Manhattan, siempre cultivó la leyenda de que escribía desde dentro, con la complacencia de sus retratados. Siempre hubo además fascinados por las artes mafiosas, o contratados. Como vemos, la historia del crimen organizado es una relación de amor y odio, como las más bellas historias de pasión, sean cortas o largas. Más importante que todo ello es la intensidad con que se viva. Sebastiano Riso, mi hermano y director de cine italiano, natural de Catania, siempre ha luchado desde su ideal comunista por terminar con la lacra de la mafia. Lo admiro, porque en esa lucha encuentra su esperanza diaria. Y no le hace falta nada más. Yo, en cambio, he regresado a ese paraje desértico al que ya estaba acostumbrado. Dejé de abrazar esperanzas recientemente rehabilitadas, lo que es peor. Fue un día de lluvia que no tenía pensado pasar por la sede del partido. Me llevaron las circunstancias. Allí me derrumbé en brazos sabios, compañeros con muchas más batallas en la vida que un servidor. Me advirtieron que la vida es breve, que goce, que me libere. Carpe Diem. Paco García, un amigo, un mago del optimismo. Un ser superior. La vida con su presencia es más fácil. Siempre existen soluciones, buenas maneras. Una vida dedicada al socialismo que ya va siendo hora de homenajear. Mientras los comunistas españoles carecen de ideas para renovarse, sus clanes celebran juntos su división y son incapaces de pactar un claro liderazgo, los jóvenes cachorros de Aguirre quieren acabar con todo lo que somos. Las Nuevas Generaciones (nuevas, pero retrógradas, por cierto) celebran congreso, aunque más que una cita congresual parece una batalla pura y dura contra los sectores más moderados del partido. Para empezar, el líder de la formación, Mariano Rajoy, se queda en casa y quien acude al evento como hombre fuerte es José María Aznar. Si nos adentramos en la pugna ideológica, comprobaremos donde nos quieren llevar estas pequeñas gaviotas, aguirristas confesos y destructores del Estado del Bienestar. Defendiendo nuestras ideas sin complejos (ponencia de Nuevas Generaciones de Madrid para este Congreso) llega a pedir que se eliminen las subvenciones públicas a los sindicatos y la figura del liberado sindical. Buena maestra tiene Pablo Casado, líder de los jóvenes neoliberales, líder de los aguirristas de bien. Se vuelve a dibujar en el aire un halo de escepticismo sobre el futuro del PP. Esperanza (la que tanto me falta) vuelve a dar batalla. Alguien dijo alguna vez que cuando hacemos memoria corremos el riesgo de hacer poesía. Lástima que algunas cada vez que hacen memoria sea para recriminar a un compañero que ha pasado su momento y que se abre el turno de las sustituciones (aunque Rajoy continúa donde tanto les duele). Pese a mis modales mafiosos, no soy tan malo. Me vienes a la memoria sin el riesgo de tener que escribir poesía. Porque como Bécquer dijo hace casi dos siglos poesía, poesía eres tú.