05 noviembre 2008

EL LARGO CAMINO HASTA EL SUEÑO AMERICANO

El camino de Barack Obama a la Casa Blanca no comienza en enero, con los primeros caucus del Partido Demócrata. Tampoco comienza en 2004, en el discurso de apertura de la Convención Demócrata encargado al joven senador por Illinois. Su aventura no se origina tras ganar las elecciones al Senado ese mismo año. No lo hace cuando en 1996 es elegido legislador de Illinois. Ni mucho menos en los barrios marginales de Chicago, luchando contra la pobreza, la desesperanza y la violencia. El camino de Obama al Despacho Oval no comienza con su ingreso en Harvad para estudiar derecho a finales de los años 80. Ni con su primer viaje a Kenia, origen familiar, en los 70. Ni tampoco cuando la localidad hawaiana de Honolulú lo vio nacer el 4 de agosto de 1961. La llegada de Obama al poder comenzó a fraguarse antes, mucho antes. Obama es deudor, en primer lugar, de Martin Luther King, probablemente la voz con mayor autoridad en materia de derechos humanos en la historia contemporánea de EEUU. Su participación en el movimiento de los derechos civiles culminó con las leyes de antidiscriminación racial de 1964 aprobadas durante la legislatura de Lyndon Johnson tras la muerte en atentado de su promotor, John F. Kennedy. Obama es heredero también de Shirley Chisholm, la congresista (de color) por Nueva York que en 1972 se presentó a unas primarias del Partido Demócrata negándose a aceptar el statu quo. Antes, en 1957, un grupo de nueve estudiantes de Little Roch (Arkansas) fueron atacados por su supuesto ultraje (para los blancos) de estudiar en la prestigiosa escuela Little Rock Central High School. Su negativa a plegarse a las demandas racistas espoleó la legislación contra la segregación en las escuelas públicas. Obama le debe un peaje también a Rosa Parks, una mujer de Alabama que renunció a dejar su sitio en el autobús a un blanco, aún a costa de ser detenida y condenada por ello. Su desafío dio pie a un boicot masivo que desembocó en una orden federal que prohibía la ordenanza local segregacionista. Era 1956 y mis padres aún, ni habían nacido. Obama le debe el respaldo de la comunidad afroamericana a gente como Robert Moses, activista de los derechos civiles en el sur de EEUU que combatió las prácticas abusivas con las que los blancos conseguían evitar la participación de los negros en las elecciones hasta la aprobación de la Ley de Derecho al voto de 1965. El escaño que ocupa Obama en el Senado, en representación por Illinois, se nutre del ejemplo de políticos como Edward W. Brooke, primer senador negro elegido democráticamente (en 1966). La lucha por el pleno reconocimiento de los derechos civiles tuvo también un momento de gran fuerza simbólica cuando los atletas John Carlos y Tommie Smith se enfundaron un guante negro y levantaron el puño al subir al podio durante los JJOO de 1968. Más recientemente, y aún en tiempos no exentos de tensiones raciales, Colin Powell y Condoleezza Rice abrieron puertas como secretarios de Estado (equivalente al ministro de Exteriores español) de George W. Bush. Gente como Malcolm X, Jesse Jackson, Cassius Clay, Sidney Poitier, Ophra Winfrey o el mismísimo mito de la NBA Magic Johnson, que lloró de emoción al saber que Obama ocuparía la Casa Blanca, también abrieron el camino para que el sueño americano sea más posible que nunca. La NBA, por cierto, ha sido uno de los sectores que más ha apoyado al candidato demócrata. Quizá por las dificultades que siempre han encontrado los negros a la hora de llegar a todos sitios, incluso a la citada NBA, ahora copada de jugadores de esta raza, tan comprometidos con la sociedad como el recién electo presidente. Lo demuestran sus zapatillas rotuladas con el nombre de Obama durante las horas previas y posteriores a la elección. Ha sido un largo camino. Barack Obama, el 44º presidente de los EEUU de América, es sólo la punta del iceberg. Nada tiene que ver el nuevo dueño del planeta con un personaje del genial Borges. Los personajes borgesianos no van en busca de la aventura, no se pierden en bosques encantados ni suben al hipogrifo, porque el mundo lunar, el aleph, está en ellos, entre ellos: es un desconocido que golpea a la puerta de casa, un extraño que se sienta en tu propio banco, una mujer que posees sólo en sueños o el ulular de un lobo que no existe. Obama nunca sería un personaje de Borges. Porque el senador por Illinois arriesgó desde el primer momento para hacer su sueño realidad. No era el candidato perfecto, ni tan siquiera el que ordenaba los cánones. Pero venció en una larga y dura campaña, las de las primarias demócratas, y se sobrepuso a todas las dificultades. Tanto que ha sido el candidato que más dinero ha recaudado en unas elecciones en la historia de EEUU. Tanto que la favorita, Hillary Clinton, tuvo que arrojar la toalla ante el torbellino que supuso el aspirante afroamericano. Obama es el presidente estadounidense que mayor número de votos ha conseguido. Se le esperaba como se espera a una novia en las primeras citas. Chicago ardió la noche del 4 de noviembre. No era París meses atrás. Ni Barcelona. Ni Roma, donde las minorías, incomprendidas y discriminadas por la superioridad del local, comenzaron a quemar coches y contenedores, a realizar pintadas y actos vandálicos. Pero no. Chicago ardió metafóricamente. Más de 80.000 personas se entregaron a la locura de Obama. Hasta el reverendo Wright lloró. Y no quemaron coches, ni destrozaron nada. ¿Por qué? Porque las minorías de EEUU se sienten satisfechas, dentro del sistema. Ilusionadas. Y esa es la cuestión principal a la que aspira un ser humano: la ilusión. La misma que tú llevas arrancándome 11 largos meses como si fueran alas. Y este pájaro se ha cansado de no poder otear desde el cielo. Llegan nuevos vientos y yo quiero volver a volar. Obama hereda muchos frentes abiertos del desastre Bush: Iraq; Al Qaeda y Afganistán; Oriente Próximo; Guantánamo; la crisis financiera; el resurgir de Rusia; el desarrollo de China; las deterioradas relaciones con los aliados; el cambio climático; las aspiraciones nucleares de Irán... Como dice Obama, el camino aún no está hecho. No se acaba al ganar las elecciones. Empieza ahora. EEUU nunca dejará de sorprendernos. Si renaciera Borges, tendría que reinventarse. Obama estaría en sus libros. Sé que volverás algún día y recorreremos juntos el largo camino a la felicidad. Con otros alas. Con otras metas. Tú y yo juntos. Como Obama y el tiempo de cambio que ha llegado de su mano. Inseparables. Séra vencer. O la Némesis.