Antonio María Rouco Varela, cardenal arzobispo de Madrid, lo tiene claro: "a veces es necesario olvidar". Se equivoca. Esta mañana al salir de casa he mirado al cielo para encontrar una explicación a mis pesares y he descubierto un arco iris. No sabría decir cuando fue la última vez que observé uno. Posiblemente fue aquella noche, cuando tus manos buscaban desesperadamente las mías mientras divisábamos Roma desde el Zodiac, muy cerca del Observatorio Astrológico de Roma, en una de las siete colinas de la ciudad. Fue aquella misma noche del descapotable blanco a toda velocidad por el Aventino compartiéndo miradas, risas e intimidades a pesar de Cinzia y Maximiliano. Aún resuena en mi cabeza aquella frase de tu amiga, desde el asiento delantero de aquel majestuoso vehículo: "si te vas, sólo serás un bello recuerdo". Palabras que han motivado versos, novelas y diatribas. Cuando Rouco dice que lo mejor en ocasiones es olvidar, hace referencia al polémico desarrollo de la llamada Ley de la Memoria Histórica, la misma que los obispos han execrado desde que viera la luz. Para el cardenal, el asunto de las exhumaciones de fosas daña la concordia social. Se ha convertido en una especie de Enrique Tarancón de turno que lo único que sabe es ladrar, por ignorancia, por osadía, por cobardía. Si lo suyo es la fe, debería saber que la exhumación de fosas es la voluntad de reconcilación de los vencidos, un acto de perdón hacia los asesinos (aquellos que durante muchos años amparó la Iglesia y entraban a sus edificios bajo palio), un acto justo y responsable que purifica la memoria, tanto que le gusta utilizar a Rouco el término. Pero no, para él las exhumaciones dañan la posibilidad de reconciliación y solidaridad abierta en la Transición, cosa que a su entender no hizo su entusiasmado apadrinamiento de la masiva beatificación de católicos asesinados entre 1934 y 1938. Rouco tiene su propia cruzada. La misma que le llevó, tanto a él como a todos los religiosos y plañideras del régimen franquista, a abrazar la democracia tras la muerte de Franco por repentina decisión del Espíritu Santo. Pero, ¿qué se puede esperar de la Iglesia, esa vieja y anquilosada institución que pagamos todos los contribuyentes, también en tiempos de crisis como éstos? Ahora planea reeditar las actas del proceso a Galileo. Con ello, la Santa Sede pretende recordar que el entonces Papa, Urbano VIII, nunca firmó la condena de la Inquisición al científico italiano. ¿Y qué más da, si ya fue juzgado simplemente por decir lo que pensaba? Y si no firmó la condena de Galileo, ¿cuántas otras condenas para inocentes si rubricó? El PSOE se opuso a Bono, que quería colocar una placa para recordar que en un local del ahora Congreso nació santa Maravillas. No es razonable que en un Estado aconfesional en el que caben todas las religiones y se intenta terminar con los símbolos se coloque una placa a una santa católica por muy santa y muy católica que sea. A Bono le costó la negativa una depresión. Todo esto no hubiese ocurrido si a Zapatero no le entra el cague y obliga a Caldera a excluir de su programa electoral la eliminación del Concordato que España mantiene con el Vaticano desde 1979. Incluso esa reforma hubiese permitido a ZP no tener que pedir ahora a la Iglesia que respete todas las memorias, mientras PP y ERC chocan por la Ley de Amnistía y se acusan de pasado antidemocrático. Joan Tardá, de ERC, se opone a la ley y, entre otras cosas, defiende una proposición para exigir al Rey, como jefe de Estado, que pida perdón a todas las víctimas del franquismo y deroge la Ley de Amnistía de 1977 que ha servido para que los tribunales rechacen el proceso abierto por el juez Garzón. Al menos nos deberían dar la oportunidad de elegir nuestro sistema político: monarquía o república. Sucede ahora, que un tribunal de EEUU ha autorizado las demandas contra el Vaticano por abusos sexuales en dicho país. La Santa Sede contraataca y anuncia que Gramsci, fundador del Partido Comunista Italiano (1921), abrazó la fe antes de morir. Al parecer, los trapos sucios lo son en la medida de sus intereses. Si es de su interés, no hay olvido, si le perjudica, mejor dejar atrás la memoria. Rouco, como la Iglesia, a Dios rogando y con el mazo dando. Admito que esta noche he vuelto a soñar contigo. Y tuve la sensación de despertarme también a tu lado, y que por ello me he topado al salir de casa con un arco iris. Tanto tiempo he estado a oscuras que al aparecer tu luz quise acurrucarme bajo ella. Dice un proverbio árabe que si sueñas con una persona mientras duermes es que esa persona se acostó pensando en ti. Me consuela saber que anoche estuvimos hablando hasta tarde.