29 agosto 2006

UN PAÍS DIVIDIDO

México, ese inmenso país en donde la izquierda siempre ha avistado el poder pero nunca lo ha tocado, está dividido. Y lo está porque ahora, la izquierda, abanderada por el ex alcalde de la capital federal, Ándrés Manuel López Obrador, la ha estado acariciando. Pero el cuasi oficialista partido PAN, encabezado por Felipe Calderón, parecía tener la sartén por el mango desde hace tiempo. Finalmente salió victorioso de una elecciones que López Obrador denunció como fraudulentas y el resultado ha sido una incesante campaña de insultos. movilizaciones y denuncias que acabaron con un recuento muy parcial de votos.
Tras ello el derechista y candidato del gobernante Partido de Acción Nacional (PAN), Felipe Calderón, está a un paso de ser proclamado presidente de México por el Tribunal Electoral. El fallo de la alta instancia sobre 375 impugnaciones desestimó la petición de su principal rival, Andrés Manuel López Obrador, líder del izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD) de hacer un nuevo recuento total. Así las cosas, todo sigue como estaba: Calderón, vencedor, y López Obrador, segundo candidato más votado. Sin embargo, el hecho de que en la revisión de los recursos el Tribunal haya variado la atribución de más de 227.000 votos entre cinco candidatos (casi la misma diferencia que separa a Calderón de López Obrador) indica que hubo más fallos de los estimados en un principio y otorga la razón a quienes pedían al menos recuentos parciales.
Al Tribunal Electoral le queda aún pronunciarse sobre la validez general de los comicios antes del próximo 6 de septiembre. En caso afirmativo, se proclamará vencedor al líder del PAN. Esto obliga a ambos a replantearse sus posiciones. Calderón debe ser consciente de que, aunque ha ganado, lo ha hecho por la mínima, y que si bien su partido es el que más escaños tiene en el Congreso, necesitará ampliar su base para poder gobernar. Y López Obrador, ex alcalde de la capital, tiene que deponer su rebeldía civil.
AMLO, el candidato de la coalición izquierdista Por el Bien de Todos, ha considerado que se le ha usurpado la presidencia, y para denunciarlo utiliza palabras demasiado gruesas como "golpe de Estado". No hay nada en la decisión del Tribunal Electoral para mantener esa tesis, ni el recurso se ha ganado porque uno u otro tuviera mejores abogados o estrategia, como le ocurrió a Bush frente a Kerry en 2004. Su idea de una protesta permanente y un Gobierno paralelo sostenido en una discutible indignación popular no es viable. Lo que debe hacer es reconocer la derrota y dedicar sus energías a que el PRD influya desde el Congreso sobre unas políticas que deben hacer de la lucha contra la desigualdad social una prioridad.
Pero antes, los magistrados deberían cercionarse que no hubo fraude en las elecciones del 2 de julio y que las irregularidades no cambian el sentido de la votación.